(Las pinturas no tienen referencias, intenta sentirlas, que cobren significado)
El Mediterráneo, o como le llamo mi amigo portugués
Santiago “Médio do Mar”, es el “lago de Roma”, escenario de las incursiónes de
Barbarroja y Aruj, sendero de Elisa, mítica fundadora de Cartago, de las naves
de Carlos V hundidos frente a las murallas de Argel, y victoriosos en las de La
Goleta, de la derrota de Lepanto, y las victorias de Quilj Ali, del desembarco,
de los aliados en Cerdeña.
Hogar de cientos y cientos de barcos y submarinos
dormidos en los intestinos de este gran mar, como también reposan en su seno
los que partieron soñando el paraíso del Norte.
Fortaleza para Europa, puente de África, paréntesis
entre dos mundos, enlace entre dos orillas, o entre más, en multitud de
orillas, entre Tánger y Algeciras …Táriq ibn Ziyad arenga a sus tropas en
perfecto tamazight o en balbuceante árabe: “El mar está detrás de vosotros y el
enemigo delante...”, y tras él, por su senda Musa ibn Nusair, que surcar el
“Mar del Medio” es gran honor para el que busca la gloria o presta el
socorro..., y digan los historiadores lo que quieran..., y todas las flotas,
hasta las del Rey chico, que cruzaron hacia el norte retornan al sur, y los antiguos
derrotados del norte vuelven hoy victoriosos, hasta que “Alcazarquivir”, y los
jenízaros del gran Visir les detuvieron.
Los puertos del “Mar del Medio” dominan todas las
lenguas, todos los acentos, exclaman “Ojalá”, los mercaderes del puerto de
Valencia, “Inchalah” en Alejandría y “Ochalà” los caballeros de Santiago en
Mértola.
En Marsella los estibadores embarcan “Le Sucre”, que
en Salé se transforma en “Asucar”, botín de los piratas hornacheros, que quizás
vendan a mercaderes venecianos.
Y en el mar, los piratas aborda un barco de
peregrinos musulmanes, "que ahora pagarán el precio de su
redención, o serán condenados al cautiverio y a galeras"… y Osta Mrad replica que el Mediterráneo no es solo italiano, y
que la sandia de Chipre está al alcance de los corsarios berberiscos.
Tal vez aun hoy, los viajeros escuchan palabras
hebreas, árabes, castellanas, catalanas… portuguesas, allí donde se mezcla el
gemido con la oración, y las olas susurran leyendas de navíos repletos de
expulsados, de Murcia, de Valencia, de los Alfaques, de Barcelona y Lisboa…, de
barcos que sin rumbo navegaron, de capitanes sin alma que hicieron del “Mar del
Medio” el ultimo dormitorio de los desterrados, de islas remotas donde les
abandonaron, enfrentándolos a un destino fatal.
Y narran que algunos de entre ellos volvieron a
navegar de nuevo, hacia las tierras de sus abuelos, hacia el norte, mientras
que otros anidaron en la otra orilla del mediterráneo, y cada tarde observando,
en cada puesta del sol, el rojo horizonte trasmiten a sus nietos que, tras ese
lago de aceite, duerme la patria perdida…
Y tal vez, después de cuatro o cinco siglos, aún escucha
algún superviviente el desgarro de una madre gritando “este que lleváis lejos
es mi hijo pequeño”… y, tal vez ese niño buscó su recuerdo, preguntó a las olas
por su familia, y aún hoy las encontrará en las esquinas de Testur, de
Tremecén, de Chauen…, y también en sus plazas mayores que fueron escenarios de las
corrida de toros, al ejemplo de Madrid, de Málaga, de las ciudades del sur de Francia…, y las encontrará en la sonrisa de una muchacha
de rubio pelo y ojos azules, en su collar con « una Ghomssa », o como llamaban
en su patria perdida « la mano de Fatima »
El Mediterráneo es nuestra geografía cultural y
genética, hijos de historias de amor en sus puertos, de tratos de burdel entre mercaderes
y prostitutas en Cartagena o en Yerba, de los idilios de Fasis con sefarditas
que narraron León el Africano o Al-Hasan Al-wazen… hijos del fruto del amor de
un capitán argelino, de una esclava de Malta o de Chipre…, del matrimonio de un
converso emigrado con nativa, quizás del fruto de la violación de las mujeres
de las ciudades mediterráneas arrasadas.
Todo esto fue el “Mar del Medio” « Mare Nostrum» de los romanos, que los
turcos nombraron «Ak Deniz », que abrazó a todo el mundo, que transportó a
todos a donde anhelaban, peregrinos a Jerusalén o Yerushaláyim, a Al-Madīna al-Munawwara, (la Ciudad
Luminosa) o Makkah al-Mukarrama (Meca),
a veces victoriosos y otras veces derrotados, navíos llenos del trigo de
la Béja tunecina o portuguesa, de cerámica de Sevilla, de esclavos que esperan
el precio de su libertad de las donaciones de las iglesias de Matriz, o la
Mezquita de Al-Azhar, barcos que transportan el oro o la peste, que llevan la
ruina o la esperanza…
Es del Mediterráneo, manchado con las sangres de
millones que perecieron en las grandes batallas y tormentas, de donde viene el
mal…y es del Blanco Mediterráneo que
en cada noche se incrusta de miles de lámparas de pequeñas embarcaciones de
pesca, de donde viene la bondad.
Fuente: Los Moriscos De Túnez
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