El 22 de septiembre de 1609 se ordenó la expulsión de toda la población morisca valenciana. Hoy se cumplen cuatrocientos años exactos de aquel hecho.
Poco antes, el Consejo de Estado de Felipe III había decretado aquella salida, pero fue el bando del lugarteniente del Reino de Valencia, el marqués de Caracena el que, aquel día de septiembre, marcó el inicio de una operación de desalojo que se prolongó hasta 1614, cuando la totalidad de moriscos que vivían en territorio peninsular había marchado.
El bando llegó a la villa de Castellón el 25, y el consell se dio por enterado. La orden establecía que tenían un plazo de tres días para dirigirse a los puertos de mar que se les indicaran: "que todos los moriscos deste reino, así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene su casa, salgan dél, y vayan á embarcarse á la parte donde el comisario les ordenare".
En tierras castellonenses, los lugares de embarque fueron Vinaròs y Moncofa. Del primero partieron 15.208 personas y del segundo 5.690.
De todo el Reino salieron casi 130.000, es decir, un tercio de la población valenciana dejaba un lugar en el que, con una cultura particular más o menos tolerada, había vivido desde hacía muchas generaciones. Y con ello miles de dramas personales, huir a la fuerza literalmente con lo puesto "llevando consigo lo que pudieren en sus personas".
Quizá sean estos aspectos, por encima de valoraciones políticas y económicas, los que hacen de la expulsión de los moriscos un episodio siempre vivo de nuestra historia
Fuente: El periodico Mediterraneo
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