Manuel Barrios Aguilera impartirá la conferencia inaugural del Congreso Internacional “Recordar la Guerra, Construir la Paz” que se celebra del 21 al 24 de noviembre en Bubión y Laujar de Andarax con motivo del 450 aniversario de la Rebelión Morisca de las Alpujarras.
Doctor en Historia por la Universidad de Granada y catedrático de Historia Moderna en el Departamento de Historia Moderna y de América de la UGR, Manuel Barrios es una de las figuras internacionales más representativas de la investigación histórica y de la divulgación sobre los estudios moriscos, así como del proceso repoblador que tuvo lugar tras el alzamiento de esta minoría en el reinado de Felipe II.
Ha publicado entre otros mucho libros La repoblación del Reino de Granada después de la expulsión de los moriscos (1986, en colaboración con M. Birriel Salcedo); Moriscos y repoblación en las postrimerías de la Granada islámica (Granada, Diputación, 1993); Martirios y mentalidad martirial en la guerra de las Alpujarras, en colaboración con Valeriano Sánchez Ramos (Granada, Universidad, 2001); Granada morisca, la convivencia negada (Granada, Comares, 2002), La suerte de los vencidos (Editorial Universidad de Granada, 2009); La invención de los libros plúmbeos. Fraude, historia y mito (Universidad de Granada, 2011), Falsarios del novela: sobre historia y literatura. (Granada, Universidad de Granada, 2016)
Ud. va a dar la conferencia inaugural estableciendo un marco historiográfico. ¿Qué pretende?
El encargo que se me hace es una invitación a pensar, a reflexionar sobre la guerra, cuyo conocimiento factual es más que suficiente, y en algunos aspectos superior. Sabemos que las fuentes, aun las más seguras, implican un sesgo. No digamos las crónicas y relatos que se han sucedido a lo largo de cuatro siglos y medio. Evidenciar estas realidades es siempre un ejercicio necesario, una obligación del historiador. En mi opinión, es indispensable que todo trabajo de investigación o de síntesis, o en un congreso, comience por un estado de la cuestión en que se valoren los hallazgos habidos hasta el presente, pero también los riesgos de las posturas acríticas. En el caso de la guerra de los moriscos de Granada, con mayor razón, pues dada la trascendencia del suceso, desde el principio mismo existen tres crónicas excelentes, las de Hurtado de Mendoza, Mármol Carvajal y Pérez de Hita, que han marcado el estudio y comprensión de un conflicto complejísimo. Y cada una con su sesgo, que tanto tiene que ver con la peripecia personal de sus autores. No digamos lo que le sigue, donde los intereses de unos y otros son enormes, no siempre confesables. Por tanto, entiendo un acierto abrir el congreso de esta manera. Un buen antídoto a la manipulación.
La organización del congreso ha insistido en que la historia es un arma cargada de futuro. ¿Piensa ud. que el estudio del pasado nos ayuda a enfrentar nuestras tensiones y conflictos sociales?
Yo no soy de los que denuestan la máxima ciceroniana de “la historia maestra de la vida”, aunque las evidencias nos hagan dudar de su eficacia. No tengo la menor duda de la solvencia, creciente, de la investigación académica. Sin embargo, me desazona el empeño de la universidad (con todo el aparato de sus agencias calificadoras…) en crear “Expertos-en-historia” antes que “Historiadores”. Lo he dejado escrito en mi último libro: entiendo por “Historiadores”, en sentido pleno, aquellos estudiosos que a la vez que aportan competentes visiones del pasado son capaces de ofrecer horizontes de futuro, donde el mero empirismo no anule su capacidad de interpretación y de compromiso intelectual y social. Cuestión acuciante. Las políticas que conozco en la universidad y en las otras enseñanzas se me antojan lo suficientemente antihumanísticas como para tener dudas razonables sobre el futuro.
¿Qué espera de este congreso?
Conociendo a sus organizadores y los escenarios, mucho. Por eso estoy en él. Reconozco mi obsesión por la divulgación histórica. Una ocasión como esta me parece propicia. Cuestión es que los intervinientes comprendan la importancia de esta opción y no se miren demasiado el ombligo en sus exposiciones. Hay otras ocasiones y otros ámbitos académicos donde volcar toda su “ciencia”. Las actas que se sigan dirán. Pero yo espero más: que salga de aquí el compromiso cierto de una historia conjunta de la Guerra de las Alpujarras capaz de satisfacer tanto a especialistas como a interesados no-especialistas. Las bases investigadoras están dadas.
¿Qué nos queda de aquella guerra -física, mental y territorialmente- y de la convivencia negada?
Debería quedarnos una gran lección global: que la intolerancia y las actitudes represivas con las minorías solo conducen a la violencia y a la destrucción; que no deberían repetirse. Yo mismo he intentado dar carta de naturaleza a la expresión “convivencia negada”, todo un lema. La entiendo como la enorme compulsión de los poderes dominantes (civiles, políticos, religiosos) sobre una minoría, ciertamente importante numéricamente y muy afirmada en su civilización y creencias, pero al fin y al cabo derrotada ya desde la guerra de conquista de 1482-1492. Las capitulaciones nunca cumplidas, la conversión forzada de los musulmanes, las exacciones y prohibiciones de toda índole durante casi todo un siglo, la torpeza y rapacidad de gobernantes, jueces y clérigos, la desatención a quienes propugnaban la tolerancia y la asimilación pacífica… constituyen un doloroso catálogo de iniquidad que solamente podía terminar en una guerra en la que se dieron todos los ingredientes de crueldad imaginables, en tanto que, aparte su dimensión internacional, y sobre todo, fue un conflicto civil y religioso.
Fuente: congresos.ugr.es/450alpujarras
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