se han reconocido tres fases en la embarcación de los moriscos valencianos durante su expulsión. Estas tres fases u oleadas migratorias siguen un orden cronológico. La primera está establecida entre los días 30 de septiembre y 20 de octubre de 1609, y durante ella fueron llevados hasta Orán los moriscos en numerosos barcos que zarparon de los puertos de Dénia, Alicante, Vinaròs, el Grao de Valencia y Moncofa.
Bajo las órdenes de Luis Fajardo y Pedro de Leyva, con la coordinación del comisario Baltasar Mercader, embarcaron en la bahía de Alicante 2.978 moriscos de Elche, Crevillent, Elda, Petrer, Novelda, Monóvar, Albatera y Relleu, en siete galeones y cuatro navíos del Mar Océano; 1.789 en nueve galeras de Sicilia; 960 en las cuatro galeras de Portugal y 2.516 en nueve barcos mercantes. En total, unos 8.000, según informó por escrito el virrey a Felipe III el día 7. Arribaron a Orán a partir del 11 de octubre.
Segunda embarcación
Hasta el 20 de octubre los embarques se sucedieron con normalidad. A partir de entonces, la alegría de los moriscos se trocó en inquietud debido a los asaltos y robos que sufrieron muchos de ellos. A esto se unió la decisión real de que las naves de la Corona exigieran el importe del pasaje, al igual que venían haciendo los patronos de las naves privadas.
Las galeras eran insuficientes. Y a pesar de que se utilizaron saetías y otras embarcaciones más pequeñas y ligeras para trasladar a los moriscos, todavía faltaban naves. El embajador español en Lisboa reclutó cuatro carabelas portuguesas, que envió a los puertos valencianos, y Pedro de Gamboa embargó en Alicante navíos privados para destinarlos al mismo fin. Pero seguían siendo insuficientes. De ahí que los comisarios reales debieran contratar navíos de particulares, muchos de ellos extranjeros, pagando flete por cada morisco embarcado, a razón de veinte reales por cabeza. Todo esto motivó que el rey faltase a su palabra y empezara a cobrar el pasaje a los moriscos. El problema era que muchos de ellos eran tan pobres que no podían pagarlo.
Pero a Agustín Mejía se le ocurrió la solución al percatarse de que los moriscos más ricos preferían contratar navíos privados para marchar a África, por no fiarse de las naves reales. Hacerlo así les costaba 75 reales por cada individuo mayor de 12 años, y 35 por los más jóvenes. Como medida de seguridad, quienes optaban por este procedimiento depositaban el importe de sus pasajes en el banco de Valencia, el cual no lo hacía efectivo en tanto el patrón no presentara un certificado de que sus pasajeros habían llegado con bien a su destino.
En carta fechada en Dénia el 8 de octubre de 1609, Mejía ya pedía a Felipe III que las naves se fletaran a costa de los moriscos ricos "si fuese posible, porque ay muchos pobres y es menester que los ricos paguen por ellos y no todos lo quieren hazer, ni tampoco se les puede apremiar a ello, pero hácese la diligencia, y quando no se pudiese salir será menester cumplir alguna parte con la hacienda de V.M., que ésta será lo menos que yo pudiese". Y añade el siguiente dato: el concierto que se había hecho con los patronos de las naves, para el transporte de Berbería "es a diez reales por persona, que, según el marqués de Santa Cruz dize y otras personas que entienden desto, es precio moderado, aunque lo sienten los dueños de los nabíos que les parece poco". Dos días después, en otra carta, Mejía comunica a Felipe III que "salieron ayer seis nabíos en setecientas y tantas personas y estaban embarcadas 680 para salir, que la mayor parte habían pagado el flete".
A diferencia de los navíos oficiales, que ponían rumbo indefectiblemente a Orán, puerto español donde desembarcaban a los moriscos, las naves privadas se dirigían a otros puertos, como Argel o Túnez.
La segunda embarcación se produjo a lo largo de los últimos diez días del mes de octubre de 1609 y desde los mismos puertos.
El día 22 volvió a partir el marqués de Santa Cruz del puerto de Dénia con 17 galeras y 3.406 moriscos de la actual provincia de Valencia. Entre el 22 y el 24 zarparon del mismo puerto 15 barcos mercantes con otros 2.456 moriscos valencianos. En esos mismos días, en el puerto de Alicante, embarcaron en nueve galeras sicilianas y cuatro portuguesas 3.039 moriscos procedentes de Benilloba, Cocentaina, Muro, Aspe, Redován y Orihuela. El 26 partieron también de Alicante y de Villajoyosa nueve barcos mercantes con 5.654 moriscos de Monóvar, Granja de Rocamora, Cox y Orcheta.
Tercera embarcación
En esta última embarcación los moriscos partieron de los puertos de Dénia, Alicante y Vinaròs.
De nuevo el marqués de Santa Cruz zarpó de Dénia el día 2 de noviembre al mando de 16 galeras y 20 naves francesas con 3.819 moriscos.
De Alicante salieron los días 1 y 21 nueve galeras sicilianas con 2.120 moriscos y tres galeras portuguesas con 399. En el mismo puerto, el día 4 embarcaron 3.225 moriscos en siete galeones y cuatro naves de guerra, que partieron rumbo a Orán junto con 18 naves mercantes que llevaban otros 3.795 moriscos a bordo.
El 14 de enero de 1610 se dio por finalizada la embarcación. Un día antes, 30.204 moriscos habían salido por el puerto de Alicante, según el comisario Mercader.
Según los datos de Jaime Bleda, recogidos por el historiador Henry Lapeyre, entre septiembre de 1609 y enero de 1610 fueron embarcados 47.144 moriscos en Dénia, 30.204 en Alicante, 17.776 en el Grao de Valencia, 15.208 en Vinaròs y 5.690 en Moncófar. Pero hubo embarcaciones posteriores y quizás por otros puertos, como Santa Pola. De manera que es posible que fueran más de los 116.022 que dan Bleda y Lapeyre.
Prohibición de vender
El decreto de expulsión autorizaba a los moriscos a vender sus bienes muebles, pero los señores quisieron entender que la autorización comprendía tan sólo el ajuar de las casas, y que por tanto el ganado y los granos quedaban para ellos. Esto originó graves tensiones entre algunos señores y sus vasallos expulsos. Como el conde de Cocentaina, famoso por su avaricia y crueldad, que retuvo a los moriscos de la aljama y les robó dinero, ropas, joyas y caballos. Así lo denunció al virrey su comisionado el doctor Nofre Rodríguez en carta fechada el 3 de octubre de 1609. Este comisario virreinal advirtió al conde "que no le parecia bien tubiese tan oprimidos a los moriscos" y le sugirió que "les dexassen libremente venderlos [sus bienes] para poderse prevenir de lo necesario para su embarcacion". Al conde "paresciole esto una cosa fuerte porque lo tenia ya todo como proprio", aunque acató la sugerencia del doctor Rodríguez. Pero, pocos días más tarde, encontrándose éste en Benilloba, llegó allí un correo con una carta del conde de Cocentaina, en la que le comunicaba triunfalmente que la Audiencia había dado por buena la tesis de los señores. Como consecuencia, a través de su procurador general, el conde de Cocentaina volvió a impedir que sus vasallos moriscos vendieran sus bienes, arrebatándoles, además del ganado y los granos, cuanto de valor tenían en sus casas.
El virrey también había hecho suya la opinión de los señores y, dos días antes de que su comisionado Rodríguez le mandara su carta de denuncia desde Cocentaina, había firmado la crida en que disponía la entrega de granos y ganados a los señores, pretextando que los moriscos lo vendían a bajo precio, para poder así llevarse el dinero en su destierro.
Simultáneamente, el rey reiteraba la autorización de vender todos los bienes muebles a los moriscos, a buen seguro ignorando la crida del virrey, pero esta discrepancia se resolvió en la práctica a favor de los intereses señoriales.
Fuente: Diario Información
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