Hace cuatrocientos años, un decreto expulsó a los moriscos de Aragón que se trasladaron mayoritariamente a Túnez. "Cuando llegaron allí se encontraron con una cultura ajena. Hacía un siglo que eran cristianos, no hablaban árabe y muchos de ellos desconocían el Corán y, por supuesto, la música de allí". Joaquín Pardinilla conoció esta realidad cuando empezó a investigar sobre el fenómeno. Entonces descubrió que "la indumentaria y la música en Tichila (ciudad donde se asentaron los aragoneses expulsados) no se diferenciaba en nada de la que había aquí". De hecho, en Túnez, en el siglo XVIII, se recitaba, por ejemplo, al poeta aragonés Mohamed Rabadán.
Pardinilla se acercó a esta cultura por encargo del Gobierno de Aragón que quería concebir un espectáculo para recordar el IV Centenario de la Expulsión de los Moriscos. De ahí ha nacido Al-burúz (Alborozo), que recoge la memoria sonora de los moriscos aragoneses y en el que han colaborado, además, María José Hernández, Jaime Muñoz, Luis Delgado y, como no podía ser de otra manera, los músicos magrebís Sofien Zaidi, Anis Klibi y Rached Tanazebti. El mismo se podrá ver mañana (10 horas) en la Muestra Aragonesa de las Artes Escénicas y de la Música de Alcañiz.
SENTIMIENTO DE PÉRDIDA Si los arreglos de la música han sido obra de Pardinilla, María José Hernández se ha encargado de la adaptación y la composición de las letras: "He buscado utilizar textos que vienen de los cancioneros populares que son los que hemos recogido. Y sobre todo que reflejaran ese sentimiento de pérdida, de volver a empezar que tienen", explica Hernández. Una sensación que ha tenido que reflejar también a la hora de cantar ya que es la voz de las melodías junto a Sofien Zaidi. "Joaquín ha hecho un trabajo muy hermoso y eso me ha facilitado transmitir el sentimiento en escena".
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