España, Al-Andalus y Mundo Árabe constituirían, según el profesor y culturalista que es simultáneamente Martínez Móntavez, un triángulo equilátero, cuya base residiría en el puente tendido que supuso el territorio ibérico en el que terminaron por implantarse durante siglos los invasores de la romana Hispania en 711 (“annus dei”). Y no, desde luego, sin encontrar resistencias cristiano-visigodas desde el “santuario” galaico-astur-leonés; sin olvidar las estribaciones de Vasconia y los aledaños pirenaicos.
Todas las páginas de la antología que se nos ofrecen en “Significado y símbolo…” conforman una vitrina en la que se muestran argumentaciones y opiniones encontradas que han ido elaborando arabistas (Asín Palacios y García Gómez), historiadores (Sánchez Albornoz y Américo Castro) y estudiosos y creadores literarios, procedentes del mundo árabe mismo: el poeta sirio-libanes Adonis, y Suleiman el-Attard, cervantista egipcio, con quien me unió una cordial amistad durante sus años de residencia en Madrid en calidad de director del Instituto Egipcio.
Como una suerte de divagación sugestiva, Martínez Montávez agrupa en esta antología de su “opera minora” -y no tan “minora”- tres contrafuertes temáticos del eje hispano-árabe: el atinente a los moriscos y su expulsión última de los reinos de España en 1609; la percepción que Cervantes tuvo de la realidad compleja de la “aljamía” que se había ido generando desde la caída del residual reino de Granada en 1492, hasta alcanzar el turbulento final de la primera mitad del siglo XVII en lo que ya -entonces- se llamaba España. El último contrafuerte temático se basa en los tanteos y aproximaciones publicísticos a través de cuyas páginas nuestro autor se ha ido aproximando a la obra de Américo Castro. Es sabido que Castro, ya sexuagenario, promovió en su etapa de ilustre profesor exiliado en la Universidad de Princeton (New Jersey) una empresa intelectual ambiciosa. En las reflexiones del profesor Martínez Montávez sobre Castro, vemos con claridad los pasos que conducen a un arabista universitario de oficio a la plataforma cultural antes aludida, donde se lidian reflexiones intelectuales de mucho calado sobre el “cisma” que provocó “La realidad histórica de España” desde su primera edición en el ya lejano año 1948. No son desdeñables los textos de conferencias, artículos de revistas, incluso, de entrevistas transcritas que abordan cuestiones tan críticas como el desencuentro entre Occidente e Islam; el tránsito de una percepción monolítica de las culturas, al multiculturalismo e interculturalidad de la Europa de los decenios de los años 80 y 90 del siglo XX; alcanzándose la cima de enemistad entre los dos referentes culturales que supuso el 11 de septiembre de 2001.
Predomina en “Significado y símbolo…” el sello propio de un arabista de peso, de un comunicador nato de sus reflexiones sobre el fenómeno del diálogo -y sus equívocos- entre esos complejos componentes de la historia universal que llamamos culturas. No faltan en el libro las observaciones cautelosas, no exentas de escepticismo, sobre la retórica que impregna de un tiempo a acá a muchos medios de comunicación.
La antología que ha tenido el acierto de sacar a la luz la Fundación Ibn Tufayl, se refuerza con el hecho de que en el año en curso se cumplen trece siglos (711-2011) del “desembarco” que vino a imprimir huella (todavía indeleble) en los territorios y gentes de la península Ibérica. La imagen que se acaba de evocar, a propósito, es de factura “albornociana”, y procede del clásico volumen que don Claudio intituló “España: un enigma histórico”. La efeméride del año 711 está pasando desapercibida. No es justo que así ocurra; ¿pero quién puede impedir que la sombra alargada del tiempo presente se proyecte sobre el pasado hasta desdibujarlo de la memoria del común por conveniencia política?.
Sin embargo, dígase que estamos de enhorabuena con la recopilación de esta “opera minora” (y no tan “minora”), que debemos a Pedro Martínez Montávez.
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