Fotos y reportaje por Jose Rodríguez Escobar
Reportaje sobre la exposición llevada a cabo en el Museo de Ávila del 15 de diciembre al 18 de marzo de 2012.
“Ávila de los santos” o “Ávila
de los caballeros” prototipo de la visión de una Castilla ascética, católica,
imperial y “cristiana vieja” son las imágenes que desde siempre se nos ha
trasmitido de esta ciudad castellana, en la antítesis de un Al-Andalus exótico,
oriental, musulmán y judío, sensual y hedonista.
Ya sabíamos que una gran parte
de la ciudad intramuros de Ávila fue una de las juderías más prosperas de
Castilla y que el mismo icono católico de la mismo, Teresa de Jesús, era de
origen judío y su misticismo, como el de Juan de la Cruz, el otro avulense
santo del misticismo católico, eran herederos del misticismo judío y del
sufismo musulmán.
También sabemos que los
andalusíes, a más de amigos del buen vivir y disfrutar de la vida (hijos de una
religión que no tiene el “pecado original” y considera el placer y el sexo vías
sagradas) eran además laboriosos, buenos agricultores, artesanos, científicos y
artistas.
Lo que ya no sabíamos tanto es
que, desde su fundación, en XI, Ávila
tuvo una comunidad de musulmanes, una comunidad próspera y muy integrada y que,
con su expulsión en el siglo XVII, Ávila no solo perdió el ¡ 25 % de la
población!, sino su prosperidad económica, hundiéndose en la despoblación y
la miseria hasta muy avanzado el siglo
XX.
Ávila no fue una ciudad
musulmana, tras ser conquistados por Castilla esos territorios al sur del río
Duero, fue fundada de nuevo, sobre un antiguo emplazamiento romano, como un
baluarte cristiano frente a las comarcas islamizadas de Talavera y Coria. Por
tanto su población musulmana (como la de Arévalo, Segovia, Valladolid, etc.) no
eran descendientes de una población andalusí anterior, sino que era fruto de
población o cautiva de batallas y posteriormente liberada, o de musulmanes que
emigraron huyendo de los almohades, a una tierra, la Castilla de entonces, que,
para repoblar las tierras baldías, ofrecía libertades, tierras, etc, a todos,
fueran cristianos, judíos o musulmanes, una Castilla autoorganizada en
Comunidades democráticas que elegían a sus jefes y cuyos reyes debían jurar
obedecer sus leyes antes de ser votados como soberanos. Tras la conquista del
valle del Guadalquivir, en el siglo XIII, una parte de la población musulmana,
en vez de huir al reino granadino, también prefirieron acogerse a los teóricos
beneficios y libertades de Castilla.
La exposición recorre la vida
de aquellos avulenses musulmanes, tan integrados que tenían derecho a llevar
armas y que, como ciudadanos de Castilla incluso participaron en las tropas que
lucharon contra los granadinos en la conquista del último reino musulmán de la
península.
Tenían buenas relaciones con
todos los vecinos, incluso con el cabildo de la catedral, viviendo dispersos
por toda la ciudad, aunque estaban constituidos legalmente en una “aljama” o
comunidad que elegía sus representantes en el concejo de la ciudad de Ávila y
tenían sus jueces propios, leyes, etc.
Esto cambió tras las leyes
discriminadoras de 1480 en la que se crearon dos morerías, una dentro de los
muros y otra fuera, cerca xxxx pero siguieron ejerciendo sus oficios, comprando
tierras y ejerciendo el comercio en igualdad con sus vecinos cristianos.
La exposición examina sus
oficios, sus distintas mezquitas (hasta cuatro llegó a haber) y sobre todo su
arte funerario ya que recientemente aparecieron más de 3000 tumbas con unas
preciosas estelas de piedra.
Por ellas sabemos que
conservaron, hasta el edicto de 1502 que les obligaba a la conversión o a la
expulsión, la escritura y lengua árabe, que trabajaban la piedra y no el
ladrillo y que su arte, excepto en la escritura es indistinguible del arte
románico, gótico o renacentista de la época. En esta época los mudéjares
suponían el 10 % de la población de Ávila.
Tras la obligada conversión se destruyeron
sus templos y cementerios y se les quiso forzar a que dejaran su barrio y se
repartieran por todas las zonas de la ciudad, ellos se negaron argumentando que
siempre en su barrio (en el que está la vieja iglesia de San Nicolás) siempre
hubo “cristianos viejos”), también siguieron casándose entre ellos o con
moriscos de ciudades castellanas vecinas, pero en todos los demás aspectos,
intentaron seguir unidos e identificados con el resto de los vecinos.
Pero los tiempos estaban
cambiando, aunque cristianos según la ley, estaban obligados a más impuestos
que sus vecinos, eran vigilados en sus costumbres y ya algunos empezaron a
emigrar a zonas donde pudieran vivir más libremente su religión islámica.
Tras la sublevación de las
Alpujarras y la posterior derrota, llegaron a Ávila un amplio contingente de
moriscos granadinos, unos mil, en condiciones muy penosas, dado el largo viaje,
hecho en situaciones terribles y en medio del frío de la meseta norte de
Castilla. Los moriscos avilenses reaccionaron primero con solidaridad y
hospitalidad, pero luego hubo bastante rechazo entre ambas comunidades ya que
sus costumbres eran muy distintas, los granadinos eran de origen rural, casi
analfabetos, casi no hablaban castellano (los de Ávila tenían muy alto nivel
cultural y su nivel de alfabetización era muy superior al de los cristianos
viejos) y su relación con los castellanos y los “cristianos viejos” eran diferentes.
De nada les sirvió cuando llegó
el decreto de expulsión. Si bien es cierto que al principio, en 1609 la
expulsión solo afectó a los de origen granadino, en 1610 el decreto les afectó
también a ellos. Bien es cierto que sus vecinos cristianos lucharon con todos
los recursos legales para que se quedaran, incluso los clérigos certificaron
que eran cristianos auténticos, que era el requisito par evitar la expulsión,
pero una carta secreta del obispo (en los textos de la exposición añaden “que
no era de Ávila) hizo que se anulasen esos certificados.
En 1611 fueron expulsados estos
avulenses, aunque, para compensar los buenos informes de ser auténticos
cristianos y buenos vecinos, hechos por el consejo de Ávila y los canónigos de
la catedral, se les permitió vender sus vienes raíces, se les amplió al plazo
para abandonar la ciudad, y que cinco se quedaran un año más para que pudieran
liquidar todo lo que hubiera pendiente.
Los moriscos de Ávila se
dirigieron primeramente a Francia y una vez se juntaron todos en San Juan de
luz, mayoritariamente se dirigieron a los países del Magreb (Berbería), menos
unas pocas familias que se asentaron en el sur de Francia o Italia.
La ciudad de Ávila no resistió
la expulsión de sus vecinos, pasó de 8300 habitantes en 1611 (ya habían sido
expulsados los granadinos) a 5400 en 1632 y su actividad económica se hundió.
De hecho paseando por la ciudad, tan repleta de granes monumentos civiles y
religiosos de los siglos XII al XVII, es difícil encontrar edificios relevantes
en fechas posteriores.
Las fotos recogen aspectos de
la exposición y del viejo barrio morisco. En la zona del cementerio, han sido
destruidas las tumbas para levantar un barrio, no obstante, una de sus calles
recoge el nombre de uno de los musulmanes enterrados en una de las tumbas más
interesantes desde el punto de vista monumental: Abdalá el Rico, perteneciente
a una destacada familia mudéjar, los Rico. Se conservan las actas del juicio,
por lo que sabemos que murió asesinado en 1492 por Alí Molharreche, el cual
fue, a su vez ejecutado y su viuda y hermana tuvieron que pagar las costas del
juicio.
Fuente: Los moriscos de Túnez
Merci beaucoup
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