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Aug 27, 2011

Vistas de Granada y la Alhambra - Estampa


Museo Museo Casa de los Tiros
Inventario CE00819
Departamento Departamento de Colecciones
Clasificación Genérica Artes gráficas
Objeto/Documento Estampa
Título Vistas de Granada y la Alhambra
Autor Hoefnagle, Joris
Materia/Soporte Papel
Técnica Grabado
Dimensiones Altura = 397 mm; Anchura = 508 mm
Descripción Podemos ver en este grabado coloreado, cuatro escenas, tres abajo y una arriba más grande.
- En la primera (parte superior), podemos ver en primer término una serie de personajes, cinco, se trata de dos mujeres moriscas, una rica y otra común, si bien ambas visten la misma indumentaria, es decir, se envuelven la cabeza con un velo hasta la altura de las rodillas, falda y pantorrilleras, a su derecha un hombre, un morisco, viste pantalón y chaqueta hasta media pierna, lleva un saco sobre el hombro derecho y en el izquierdo una cesta de mimbre de la que asoman hojas, de espaldas una mujer, y a su lado un hombre, camina portando en su mano izquierdo numerosas madejas de lana y bajo el brazo derecho un objeto voluminoso. Detrás, una panorámica general de la ciudad, los edificios más significativos tienen una letra, en la cartela nos dice a que corresponde cada letra. En la parte superior se encuentra la cartela enmarcada por ramas con granadas (símbolo de la ciudad) en la que se puede leer "A moenissimus castri Granatensis, vulgo/ALHAMBRE dicti, ab Oriente prospectus" como título, y más abajo: "A. Sancta Helena; B. Generalipha; C. Sancta Maria; D. Palatio Real novo; E. Palatio Real antiguo; F. Castillo maior; G. Granada; H. La Vega de Granada / I. Las Sierras de Alhama; K. Gauia pueblo; L. Parte del muro de Granada; M. Camino de Guadays; N. Casa del moro rico; O. Morisco de Granada; P. Daipha morisca, rica; Q. Morisca commun."
- La segunda, ángulo inferior izquierdo, se trata de "Porta castri Granatensis semper clausa" , también se señala "Sancta Helena", dos hombres se dirigen hacia la puerta.
- La tercera, en la parte inferior en el centro, se trata de "Masmoros", aparecen tmabién indicados "Montes nivei, la sierra nevada vulgo" sobre lla Sierra, a la derecha un edificio con los tejados en rojo, se trata de "Los Martires", delante hay dos personajes de pie y otro a caballo, y al fondo a la derecha se indica "Balnei antiqui rudera" . En el centro, dos personajes, uno de azul y otro de rojo inclinados mirando las catacumbas A la derecha dos caballos, probablemente los suyos están atados al tronco de un árbol. En la parte inferior se indica el punto cardinal "Occidens".
- La cuarta, en el ángulo inferior derecho, se títula ALGIBE, también se indica "Sierra nevada" , representa un algibe en la parte central, y cuatro personajes, uno, lleva un cántaro sobre la cabeza y se ayuda para caminar de un bastón, otro camina hacia el algibe con una larga vara sobre el hombro y otros dos hombres, montados sobre caballos dirigen la mirada hacia Sierra Nevada.
Iconografia Granada
Inscripciones/Leyendas Ángulo inferior derecho, a lápiz
Espagne/ ???? de 1564
Firmas/Marcas/Etiquetas Parte central del Grabado
Effifiabat Georgius Huefnagli. Anno dnj. 1564.
Datación 1564
Descriptores Geográficos Granada
Tipo de Colección Colección Estable
Observaciones No disponible para exposición temporal.

Fuente: europeana

Aug 24, 2011

EL ESPAÑOL HABLADO EN TÚNEZ POR LOS MORISCOS (SIGLOS XVII-XVIII)


 AUTOR/ES: Míkel de Epalza, Abdel-Hakim Slama-Gafsi - Publi. Universida - Publi. Universitat Valencia

ISBN: 9788437077628

AÑO: 2010

EDICION:

IDIOMA: Castellano

ENCUADERNACIÓN: cartoné

PÁGINAS: 676

DIMENSIONES: 17 x 24

FIGURAS: Ilustrado

Aug 20, 2011

Los moriscos españoles


Alfonso de la Serna 

El 24 de enero de 1610 la ciudad de Granada se dirigía a S.M. el Rey D. Felipe III de España en una carta en la que, entre otras cosas, se decía: “... que para la conservación de los conductos de el agua de la Alhambra, Generalife, Audiencia Real y casas particulares, que son una infinidad de cañerías, se han ocupado siempre unos cincuenta moriscos cañeros y ellos y no otros saben los ramales y los que en estos se debe hazer por ser officio de gente humilde, que si faltan los dichos moriscos quedaría la ciudad y los dichos conductos en estado de perderse...”

En esa carta granadina al Rey creo ver una intimidad de la antigua España, un pliegue recóndito del cuerpo histórico de nuestra patria. Resulta que los que sabían por donde corría el agua de Granada, el agua que cantaba en los jardines de la Alhambra, o que refrescaba las tardes de verano en la Audiencia Real, o en las casas de los granadinos, el agua de beber y de lavar, ese “agua oculta que llora”, ese agua que quizás aliviaría la pena del ciego de los versos de Icaza; los que conocían, repito, los caños como venas profundas, íntimas y frescas de Granada y los gobernaban con cuidado y honradez, eran cincuenta moriscos, como moriscos eran los “conocedores” que sabían bien de quién eran cada casa y cada finca y los censos que las gravaban, o sea que eran como humildes y verbales registradores de la propiedad granadina. Entonces, la ciudad de Granada le pedía al Rey encarecidamente que, al menos, quedasen en la ciudad doce “cañeros” y doce “conocedores”, porque ellos estaban en el secreto e intimidad de la vida cotidiana. Ellos, los moriscos, eran también la vida cotidiana, puesto que llevaban viviendo en la España unida más de un siglo, en calidad de lo que eran, españoles, súbditos del Rey Felipe III, como lo habían sido de Felipe II y de Carlos V y de los Reyes Católicos.

España es un país de destierros. Yo recuerdo la impresión que me hizo ya en mi infancia la lectura para niños del Poema del Cid y de aquél pasaje en que Rodrigo es desterrado de “Castilla la gentil” y se despide de los suyos en una escena punzante en la que el héroe, ”de los sos ojos fortemente llorando”, piensa que: “assis parten unos d’otros como la uña de la carne”.
Ocurría esto en el siglo XI. La marcha de los moriscos sucedió seis siglos después. Luego, ha habido muchos otros destierros...

Intento aquí hablar de los moriscos que fueron expulsados de España en 1610, durante el reinado de Felipe III y valimiento del Duque de Lerma, un episodio histórico que puede parecer una antigüalla pero que sigue teniendo hoy para nosotros un vivo interés. Fue un drama tan hondo que aún se recuerda en muchos hogares actuales que yo he conocido en mis años de vida en el Magreb y que por eso traigo aquí. Este episodio de la historia de España es un hecho muy sabido. A los testimonios de la época y a la bibliografía clásica sobre el tema, se ha venido a añadir una bibliografía moderna inmensa de la que soy deudor y que ha convertido al asunto en algo casi de moda. No hago, pues, mas que recordar lo que me enseñaron muchos sabios, algunos de ellos, amigos míos.

Mas para centrar el tema, que en realidad es el de los descendientes de los moriscos que yo he conocido personalmente en áfrica, tendremos que repetir lo sabido y rememorar brevemente el cuadro en que se produce la expulsión. El 9 de abril de 1610 el rey Felipe III dictó una orden que significó la desventura de varios cientos de miles de españoles: la expulsión de los moriscos. En España, los moriscos se habían llamado unos años antes, en pleno siglo XVI, por ejemplo, Juan Pérez, Fernando de Venegas, Manuel Granada, Alonso Amuley o Diego López Benajara, nombres de la historia política o literaria de la época. Eran los descendientes de los pobladores de la España musulmana; de aquéllos que no se habían marchado al final de la Reconquista sino que trataban, penosamente a veces, violentamente otras, de defender su permanencia, sus creencias y costumbres, en la que consideraban –y lo era– su patria. Las regiones en donde se encontraban, principalmente, eran Andalucía, Valencia, Aragón, Cataluña y Castilla. Se calcula que a principios del siglo XVII llegaban a unos trescientos mil.

Su drama fue que, por un lado, se debían al nuevo Estado nacional cuya autoridad habían acatado, y a la religión cristiana a la que oficialmente se habían convertido cuando se comprobó que era imposible continuar aquel breve periodo inmediato a la toma de Granada, durante el cual pareció factible una coexistencia libre y pacífica de creyentes cristianos y musulmanes, como en los buenos viejos tiempos del “rey de las tres religiones”. Se debían, en fin, a una lengua y cultura, las españolas, que alcanzaban en aquel tiempo su cenit y que ellos habían adoptado e incluso brillantemente servido. Pero en lo hondo de sus almas alentaban otras fidelidades: el recuerdo de sus antepasados, de su antigua cultura y un libro sagrado: el Corán. Entre los dos tirones de su espíritu se debatían, y ello ocurría en una España vital y gloriosa pero también torturada por el problema de la ortodoxia religiosa, la limpieza de sangre, el orgullo genealógico. Vivir allí, en la frontera de dos mundos, en la línea trémula, indecisa, inquietante en la que se encontraba el morisco, solicitado a diario por dos lealtades opuestas, debía de ser muy difícil.

La minoría morisca se fue replegando en sí misma, encerrándose en núcleos cada vez más irreductibles y ásperos, que fueron preocupación constante de la Monarquía. Este era el problema espiritual. A él se añadía el problema político. Junto a las sublevaciones, guerras, violencias motivadas por los moriscos, se iba extendiendo en España el temor de que los de las regiones costeras pudieran convertirse en una baza que se insertara, como ha dicho Juan Reglá, en el juego de la dialéctica mediterránea, en el cuadro de la rivalidad entre España y Turquía, los dos grandes imperios que se disputaban entonces el dominio del “mare nostrum”. Una posible constelación Turquía-Berbería-Andalucía-Aragón-Valencia, en la que unos moriscos en colusión pudieran ayudar a dar golpes de mano sobre la costa española, tan cercana a la de Berbería, se dibujó en la mente de los españoles. El caso es que la expulsión fue decidida y que con una precisión matemática se produjo el doloroso éxodo al final del cual unos 270.000 españoles habían salido de sus tierras. Desde los puertos del Mediterráneo, o a través de la frontera de Francia, cruzando luego, en este país, el Languedoc, para embarcar en el puerto francés de Agde, procesiones terribles, a veces crueles, de desterrados, fueron saliendo de España, embarcando en flotillas de veleros que los depositaron principalmente en las costas de áfrica, en lo que entonces se llamaba Berbería –es decir, aproximadamente Argelia y Túnez–, y en Marruecos.

Venían no sólo de Granada o del resto de Andalucía; venían de más lejos, de Alcalá de Henares, Arévalo, Medina del Campo, Coca, Mequinenza, Mondéjar, Pastrana, Tordesillas, Almagro; interioridades de España en donde aún, siglos después, advertimos la huella que dejaron estos compatriotas remotos.
Yo he conocido a sus descendientes y fui amigo de ellos. Me los encontré, primeramente, en el actual Túnez, en donde viví varios años. Allí supe cómo fue la llegada y establecimiento de sus antepasados. Habían venido en el fatídico año de 1610, cuando reinaba en la también llamada Regencia de Túnez, Otman Dey, un monarca prudente, de espíritu abierto, favorable, por ello, a la entrada de extranjeros de calidad en su país. Los necesitaba: la Regencia, vasalla del Imperio turco, precisaba de un enriquecimiento demográfico a fin de fortalecer su posición de país pequeño y poco poblado, frente a la Sublime Puerta. Aquellos emigrantes españoles eran, dentro de su modestia social gentes nada desdeñables: hábiles agricultores, artesanos, comerciantes, pequeños industriales; incluso algunos eran letrados, hombres de religión, arquitectos, artistas y hasta adinerados burgueses. Otman Dey les acogió con entusiasmo y los distribuyó por todo el territorio de la Regencia. Aún hoy se pueden identificar en Túnez los lugares de su instalación, porque Túnez lo sabe, el país tiene conciencia de ello y hay científicos tunecinos que se dedican actualmente a investigar este capítulo de su propia historia. Les llaman los “andaluces”. Aclaremos ya que en el Magreb, en general, se conoce por el apelativo de “andaluces” a los hispanomusulmanes que a lo largo de los siglos, y según iba avanzando la Reconquista y acortándose el territorio musulmán de España, iban refluyendo hacia el Norte de áfrica. Muy especialmente llevan ese apelativo los de la última ola, los de 1610. El vocablo ha sido traducido en el Magreb, fuertemente francófono, como “andalou”, con lo que se ha reforzado el concepto. Pero en realidad se les debería llamar “andalusíes”, como ya se dice en español, pues si los magrebíes les llaman “andaluces” es porque venían del “Andalus”, mas el Andalus no era sólo Andalucía sino toda la España musulmana y por tanto, Andalucía y Extremadura y ambas Castillas, y Aragón y Valencia y Murcia e incluso Cataluña, pues del Delta del Ebro y de la región de Lérida salieron algunos miles.

Cuatro zonas principales y dos localidades separadas ocuparon en Túnez nuestros emigrados. Yendo de norte a sur, tenemos en primer lugar Bizerta y sus vecindades (Menzel Djemil, Metline, Ras el-Yebel, Raf-Raf, El Alia, Porto Farina y Ausdja). A continuación, el Valle del río Medjerda con las villas de Testur, Slughia, Medjez el-Bab, Grish el-Ued, Teburba, Tebursuk, Djedeida, el Batán, Kalat el-Andalus, etc. Luego, la ciudad de Túnez y sus alrededores: El Bardo, Ariana, La Manuba, La Sukra, Cartago, Gammarth, Mornag, Sidi Bu Said y Radés. Y, por último, el istmo de la Península del Cabo Bon: Grombalia, Turki, Belli y Nianu. Añadiremos, finalmente, dos lugares muy destacados de esas regiones: Zaguán, al sur de la capital tunecina, y Matyer, al sur de Bizerta. Esta sería, a grandes rasgos, una “geografía morisca” de Túnez. Corresponde a regiones del norte del país, bien al borde de la costa húmeda, o en las riberas del río más grande del país, o, en fin, en el istmo del Cabo Bon, comarca poseedora de aguas subterráneas. Era, claramente, un repartimiento para agricultores y ganaderos, sector económico que interesaba desarrollar, salvo el caso de la instalación en la capital, reservada a comerciantes, artesanos y gentes de letras.

Mi venerable y sabio amigo Si Hassen Hosni Abdulwahab, a quien llegué a conocer aún en 1968, gran amigo de don Miguel Asín Palacios y profundo conocedor de esta historia, me señaló un día, como símbolo de aquella emigración llena de ambigüedades y quizás ejemplo de las complejidades de nuestra historia –Américo Castro ha hablado de la “edad conflictiva”...– algo que me impresionó mucho: el sorprendente detalle de ornamentación que aún se ve en ciertas puertas de casas moriscas de Túnez, como persistente recuerdo que es difícil de olvidar: la señal de la cruz, formada por pequeños clavos negros de gruesa cabeza convexa o plana. Viejo signo religioso que se empleaba, al parecer, en España para distinguir las casas de los cristianos pero que los moriscos guardaron y trajeron consigo. ¿Lo usarían en España para esconderse? ¿Sería una señal de esa ambigüedad, de esa incierta, equívoca situación espiritual que era la suya; oscilación entre lo propio y lo ajeno? ¡Quién sabe! En todo caso, era un signo inquietante, turbador, que nos dice mucho del mundo mestizo de nuestros moriscos.
Que una de aquellas patrias, la española, ha pervivido en su recuerdo, se prueba al repasar lo que llamaríamos “patronimia” morisca de Túnez. Tengamos en cuenta que en muchos casos los moriscos que llegaban a tierras del Islam procuraban cambiar sus nombres, tomándolos nuevos, completamente árabes, para así integrarse mejor, mimetizarse en lo posible en unas tierras que no todas fueron hospitalarias como Túnez y en las que a veces sufrieron verdaderos calvarios por venir de donde venían y ser como eran. Y sin embargo, de una larga lista que descubrí allí, de apellidos que se conservan hasta el día de hoy y que señalan, de manera más o menos clara, su origen español, citaré como ejemplos reveladores unos pocos: Alicanti, Andulsi, Balma, Benavides, Betis, Blanco, Buguerra, Cantalábn, Carandel, Caravaca, Castali, Cortubí, Filipu, Galantu, García, Garnata, Gomis, Herrera, Huisca, Gristu, Luis, Mador, Marcu, Medina, Mendez, Mequinez, Merischko, Negro, Palau, Pintor, Perez, Ricardun, Sancho, Zaragusti, Sordo, Soria, Teruel, Valensí, Xátiva, Zafrán ...

Y es que aquellas gentes hablaban, naturalmente, español, y conservaron su lengua muchos años. Un español quizás muy dialectal, o arabizado, o expresado, cuando lo escribían, en aljamiado, pero con frecuencia correcto, pulido y a veces literariamente exquisito. El viajero francés Jean André Peyssonel en su libro “Viaje a la Regencia de Túnez” (1724-1725), nos dice que en las villas de Teburba y de Testur se hablaba “buen español”, “lengua que han conservado de padre a hijo”. Aún a fines del siglo XIX, es decir, en tiempo de mis abuelos, según he recogido yo de tradiciones orales guardadas en Testur, en dicha villa se representaba todos los años, durante las fiestas del Aid el-Kebir, la Pascua grande musulmana, una obra teatral de Lope de Vega, en su lengua original.

Hay un lugar cerca de la capital, bien conocido por todos los turistas, El Bardo, por que en él se encuentra el mejor museo de mosaicos romanos del mundo, pero del que pocos saben que toma su nombre del español El Pardo. Ya estaba allí cuando llegaron los últimos “andaluces”. Así lo habían bautizado los primeros musulmanes españoles instalados en el lugar.

Los primeros tiempos de la llegada de los “andaluces” debieron de ser difíciles, hasta que su instalación se consolidó y se adaptaron al nuevo país. En la capital tuvieron un benéfico protector, que era una especia de “santón” de Túnez, Abu al-Gayt al-Qassas, que protegió a aquellos desvalidos emigrantes. Qassas les distribuyó temporalmente entre las “zauías” de la ciudad –templetes, mezquitillas y ermitas–. Una de éstas fue la de Sidi Kacem el-Jellizi, obra del siglo XV, bella muestra de arte hispano-magrebí que alberga una preciosa colección de azulejos “a la cuerda seca”, que han sido desde entonces modelo insuperado de la azulejería hispanoárabe de Túnez.

Los moriscos tuvieron un jefe de su comunidad. Llevaba el título de “jeque de los andaluces”, “cheikh el-andulsi”. Uno de los primeros fue Mustafá de Cárdenas –así, con su buen apellido riojano– rico agricultor y comerciante que había estado establecido en Baeza, que vino con los emigrantes y fue hombre influyente en la Corte real de Túnez.

Entre 1610 y 1625 se construyó en el barrio de Bab-Suika, en la capital, una mezquita con medersa para los “andaluces”. En una lápida que fue instalada allí se mencionaba a un tal Ibn-Sarraj, o sea Abencerraje, como siendo “naguib” o síndico de los “chorfa” andaluces, es decir, de aquellos de origen noble que se habían agrupado en una suerte de diputación de la nobleza cuya jefatura se había atribuido en aquella época a un “Abencerraje”, probablemente granadino. Según Chateaubriand, viajero en Túnez, el “último Abencerraje” está enterrado en el cementerio de Bab el-Jadra, de Túnez.

Los moriscos tenían su propia administración de justicia, sus organizaciones benéficas y, por supuesto, sus corporaciones profesionales o gremios, entre las que la corporación de los fabricantes de “chechias”, de que luego hablaré, era una de las más importantes.

La gastronomía morisca ha pervivido y aún quedan en el recetario y en el vocabulario de la cocina de Túnez cantidad de nombres que lo recuerdan: “banadaj” o empanada; “quesales” o base de queso; “basabán” o mazapán; “cunfit” o confite; “menteque” o manteca; “kullares”, que son ristras de longaniza de cordero. Y la muy conocida “Oja” tunecina, la olla española, muy transformada, ciertamente, pero tan importante en la actual colación tunecina como lo fue para Don Quijote, según leemos en la primera página del inmortal libro.

En la artesanía heredada de España sigue brillando la “chechia”, o “tarbús” rojo, como un fez corto, que en viejo castellano se llamaba bonete colorado. Se fabrica y luego se vende en el Magreb, en el zoco de las “chechias” de la ciudad de Túnez, en donde los artesanos que lo confeccionan conservan aún numerosas palabras castellanas de su viejo oficio.

No todo era la modestia del trabajo artesano. Llegaron aquellos españoles, cuando la fortuna les sonrió, a construirse importantes residencias, algunos verdaderos palacetes como Dar Hadad, o casa de los Hadad, uno de los más bellos y ricos de Túnez, Dar Balma o casa de los Palma, Dar Kastalli o casa de los Castilla, o Dar Abdulwahab, la casa de mi ilustre amigo Si Hassen Hosni, son testimonios aún en pie de aquella comunidad.

Pero sólo he hablado de la ciudad. El campo tunecino es también teatro de aquella implantación hispánica. Quiero citar aquí, como ejemplo el más singular, la villa de Testur, en el valle del Medjerda. Lo primero que llama la atención del viajero son las cubiertas de las casas. Aquí no vemos las típicas azoteas árabes, planas y blancas. Vemos tejados de teja semicilíndrica, rojiza, que nosotros llamamos teja árabe y que ellos llaman teja andaluza. Luego, nos sorprende el trazado urbano. No estamos ante la clásica “medina” árabe, dédalo de calles estrechas, irregulares, serpenteantes. No. Lo que vemos son calles rectas, tiradas “a cordel”, organizadas sobre tres vías principales y derechas, y una serie de calles perpendiculares a éstas y por tanto paralelas entre sí. Uno estaría tentado a pensar que se halla ante un plano de ciudad hispanoamericana del siglo XVI, racional, abstracta. Y la verdad es que los hombres que trazaron Testur habían nacido en España en el siglo XVI y estarían empapados de aquella concepción rectilínea que caracterizaba a la nueva urbanística española. Calles rectas, tejados, unos cercados traseros a la casa que se llaman “curran” o corral. A veces, al costado de la casa hay una calleja: le llaman “ar-rrúa, o sea, la rúa. Descendiendo hacia el río Medjerda, que baña Testur, hay huertas: están cercadas por filas de chumberas y pitas, es decir, de nopales y magueyes, los cactus que España trajo de México y plantó en áfrica. Aquella ribera verde de huertas se llama “el-Bergil”, el vergel. Un arnés para sus caballerías se llama “samuga” o “jamuga”. La “karrita” es la carreta, la “jardina” es un coche de caballos: a mí me recuerda la palabra “jardinera”, aquellos remolques abiertos de nuestros viejos tranvías. La entrada de la casa se llama “burtal”, portal...

La Mezquita de Testur es un símbolo perfecto de este mestizaje. Su alminar, en el primer cuerpo, parece una torre toledana, de aparejo de piedra y ladrillo, como tantas torres españolas. El cuerpo superior es mas tunecino. Pero en lo alto, hay un reloj, cosa rara en ese país. El patio del templo se diría un convento también toledano, con sus arcos renacentistas, y la sala de oración tiene un “mihrab”, también del Renacimiento español. Sólo las inscripciones árabes nos indican que aquello no es un altar cristiano sino el rincón sagrado de la “quibla” musulmana.

Se podría seguir hablando interminablemente de este escenario tunecino, lleno de imágenes de España: del imán de la mezquita de Solimán, que se llamaba Mohamed Amador y que guardaba libros impresos en Granada antes de la Reconquista; de los molinos bataneros de El Batán; del pueblo de El Alia, en donde viven las familias Huesca, Sordo, Gómez, Benavides, Herrera y Soria. Conocí a un señor, Herrera, que, veinte años antes, había sido criador de ganado bravo: torillos que se destinaban entonces a peleas entre animales bien astados.

Y que decir de la literatura morisca del destierro, escrita en español. Tema fascinante. Allí está todo el universo escindido y doloroso de los desterrados: literatura religiosa, apologética, alusiones mesiánicas o proféticas a España, sueños de retorno, reproches teológicos, gritos de amor o de desesperación. Una figura me parece casi fascinante, la del poeta morisco Juan Pérez o, por otro nombre, Ibrahim el Taybili, natural de Toledo; Juan Pérez-Ibrahim Taybili es un personaje bifronte y en él se resume el drama espiritual del morisco desterrado, abandonando su amado Toledo y su cultura española y reencontrando en Túnez, con pasión tremenda, la religión islámica de sus antepasados.

En fin, recuerdo, para terminar con estas “memorias” tunecinas, una inscripción que me fue leída en la mezquita de El Alia, aldea morisca. Se escribió hace trescientos años por los emigrados que la construyeron. Decía que ellos sentían el dolor de la nostalgia de España, la patria perdida, pero que tal había sido la voluntad de Dios-Alá y que en Túnez habían encontrado una nueva patria. Parecía su lamento de la España perdida el eco de aquellos versos de Gaspar de Aguilar en su Expulsión de los moros de España, escrita en 1610:

“Y las moriscas mujeres/torciendo las blancas manos/alzando al cielo los ojos/a voces dicen llorando/Ay, Sevilla patria mía/ay iglesia de San Pablo/San Andrés, Santa Martina/San Julián y San Marcos”.

Pero ya vámonos para Marruecos, otro de los países en donde encontré, viva, las huellas de los moriscos: por razones obvias de proximidad histórica, geográfica y cultural, uno de los ramales de la emigración de 1610 fue a parar a Marruecos. Ni qué decir tiene que una de las ciudades privilegiadas fue Tetuán que era ya, en cierto modo desde hacía siglos, una ciudad, no digo que española, ni siquiera andaluza, pero al menos “andalusí”. Tetuán, aparte de las cuatro grandes ciudades “imperiales” de Marruecos, Fez, Mequínez, Rabat y Marraquech, es una de las de más prosapia, tradición cultural y finura en la historia del país vecino. Antes de la época colonial ya era Tetuán una ciudad que, a través de su permanente entronque con el Andalus y de –hay que decirlo también– su vieja colonia hebrea de raíz española, ha tenido un vínculo con nosotros profundísimo. Los nombres de Páez, Zapata, Torres, Vargas, Barradas, Aragón, de viejas familias tetuaníes que aún sobreviven con tales apellidos bastan para dar testimonio de esos lazos.

Pero yo voy a referirme a Rabat porque ésta fue la sorpresa para mí. Tetuán era cosa obvia. Rabat era lo inesperado. Al turista inadvertido que llega, dos visiones se le ofrecen inmediatamente a sus ojos: la hermosa Rabat moderna, creación francesa del mariscal Lyautey y de sus urbanistas; la otra visión es la de los grandes monumentos puramente árabes: las murallas almohades, Bab Rouah, la Puerta de los Udayas y, naturalmente, la famosa Torre Hassan, gemela de la Giralda, y los restos de la gran mezquita almohade inacabada, así como Chella, la bella necrópolis merinida; y luego las edificaciones también marroquíes posteriores, como el Palacio Real, el Mausoleo de Mohamed V y la continuación constante de la ciudad moderna. Pero escondida entre las grandezas antiguas y modernas aparentes, se encuentra también la huella morisca de España.

Rabat, edificada en la costa atlántica de Marruecos, en la orilla izquierda de la desembocadura del Bu-Regreg, tiene un costado que da al río y el otro al Atlántico. En la orilla opuesta del río y en posición idéntica a la de Rabat se encuentra una antigua e ilustre ciudad marroquí: Salé. Del lado de Rabat y en la punta misma en que se encuentran el río y el océano, hay un promontorio y sobre él construida una “kasba” o alcazaba, amurallada perfectamente, que se llama de los Udayas porque en ella permaneció acantonada durante largo tiempo una tribu militar al servicio de los Sultanes, la tribu de los Udayas.

A pie del promontorio-alcazaba y separada de ella por una especie de bulevar se halla la pequeña “medina” o ciudad árabe o, digamos, “barrio moro” de Rabat, ceñida también por una muralla a lo largo de la cual corre igualmente un bulevar que hoy se llama de Hassan II. Y, por último, en la otra acera de ese segundo bulevar comienza la ciudad moderna, construida originalmente en un recinto amurallado enorme, casi vacío cuando llegaron los franceses: era el “ribat”, el campamento militar de la Edad Media, la fortaleza-convento en la que se habían acantonado hacía siglos “los hombres del ribat”, es decir, los “almorabitum”, o morabitos o almorávides, que llegaron a constituir la gran dinastía real de su nombre y que fueron sucedidos por la otra dinastía famosa, los almohades. De aquel “ribat” partieron expediciones de guerreros hacia España y en una de sus campañas los ejércitos almohades vencieron el año 1195, en Alarcos, a las tropas de Alfonso VIII. Por esta sonada batalla el “ribat” recibió el título de “Ribat el-Fath”, ribat de la victoria. Este es el origen del nombre de Rabat, la capital moderna de Marruecos.

En 1610, cuando llegaron los emigrados de España, se les distribuyó así: primero, fueron instalados los “hornacheros”, moriscos provenientes de Hornachos, en Extremadura. En las memorias del Capitán Alonso de Contreras se habla de Hornachos y de sus amigos hornacheros. Eran gente dura, levantisca, que habían logrado arrancar al rey de España el permiso de llevar armas que les estaba vedado a los demás moriscos. Fueron establecidos en la alcazaba. En segundo lugar, tenemos a los “andaluces” en el sentido lato de la palabra, es decir, a los venidos de todas partes de España. A éstos se les instala en el espacio libre que quedaba entre la alcazaba y el “ribat” almohade.

En la orilla opuesta ya hemos dicho que se alzaba la vieja Salé, en donde tuvieron que recibir también a algunos de los recién llegados. Pronto los saletinos tradicionales iban a mostrar su repulsa hacia aquellos forasteros venidos de España, gente poco creyente y de costumbres relajadas, decían los de Salé, bien conocidos por su puritanismo religioso. Consideraban a los nuevos casi como herejes, rebeldes al Sultán, pendencieros y arrogantes. Allí se fraguó una enemistad, casi una incompatibilidad, que ha llegado a nuestros días en un viejo dicho según el cual antes será posible que el río Bu-regreg mane leche y miel que un saletino sea amigo de un rabatí. “¡Esos cristianos de Castilla!”, decían los de Salé, hablando de los emigrados.

Los llamados “andaluces”, al parecer más pacíficos, finos y trabajadores que los “hornacheros”, fundaron en aquel espacio que se les atribuyó enfrente de la alcazaba, la que había de ser la Medina de Rabat, la ciudad árabe que hoy se puede visitar. Su plan urbano recuerda un poco el caso de Testur, en Túnez. En vez de laberintos curvos y vías estrechas, sinuosas, predominan las calles-eje, rectas que se dirigen hacia las puertas de la muralla. La decoración de las casas y los patios muestran con frecuencia motivos florales de raíz hispánica. La muralla que corre a lo largo del Bulevar Hassan II, se llama aún “de los andaluces”. En esta medina fue destilándose un cierto espíritu de refinamiento y civilización que tenía mucho que ver con viejos vínculos que unieron a Rabat con el “Andalus”, ya en la época de los almohades. No olvidemos que esta dinastía reinó en España, como habían reinado los almorávides, y que ambas habían recibido la impregnación del refinamiento de la España musulmana en donde las dos grandes tribus saharianas y guerreras y puritanas llegaron a ser dos grandes dinastías imperiales. Desde entonces había habido entre Rabat y España vínculos culturales incluso cuando la ciudad apenas estaba poblada; pero lo estaba Salé, que era ya una prestigiosa ciudad marroquí, muy favorecida por el Sultán Yacub al-Mansur, el constructor de la Torre Hassan y la Mezquita grande de Rabat, inacabada. Existía, pues, un poso de relaciones con España que fue reavivado con la llegada de los moriscos y cuyo fruto final es una fina burguesía rabatí actual, muy orgullosa de sus orígenes o de sus parentescos con el Andalus.

Por su parte los “hornacheros”, en su promontorio-alcazaba, hicieron algo que fue famoso: la celebérrima república pirata de Salé. Se entiende Salé el nuevo, frente a la vecina, antigua y pronto rival Salé tradicional.

Durante más de medio siglo, a lo largo del XVII, aquellos extremeños que no habían visto nunca el mar crearon y mantuvieron una república marítima y comerciante como las famosas repúblicas italianas o la república pirata de St. Mâlo, en Francia. Se dedicaron al corso, construyeron unos astilleros en el interior del río, compraron o capturaron navíos extranjeros que armaron para las faenas corsarias y extendieron su acción naval por todo el Atlántico. Tuvieron en jaque a las flotas y corsarios de otros países, ganaron fortunas, comerciaron con las presas que hacían en sus correrías y capturas, armaron en corso toda suerte de navíos, concertaron tratados internacionales, algunos redactados en español, dirigieron cartas, también en castellano, al rey Carlos I de Inglaterra, cartas y documentos firmados por hombres que se llamaban, por ejemplo, Abdelkader Cerón y Brahim Vargas; recibían embajadas extranjeras, se querellaban con los del Salé viejo, imponían su fuerza a los más pacíficos compatriotas de la Medina, los “andaluces” que, para escándalo de Salé, cultivaban viñas y hacían vino que vendían a los “hornacheros”. Hicieron de su Salé el nuevo el primer puerto marroquí de su tiempo y, en fin, dieron origen hasta a una literatura y un folklore del que es testimonio una conocida balada inglesa dedicada a los “Salee Rovers”. No sabían quizás los ingleses que los Salee Rovers eran de un pueblo extremeño... Aquellos “hornacheros” que a lo mejor llevaban ya los nombres de Mohamed, Ibrahim, Alí o Abdallah, se apellidaban Cerón, Narváez, Gailán, Vejer, Rojas, Duque, Maldonado o Merino.

Muchas veces he pensado en ellos deambulando por los adarves de la Alcazaba de Salé el nuevo, entre cañones que fueron capturados a navíos de don Carlos II de España, frente al mar que surcaron aquellos lejanos extremeños, algunos quizás poco recomendables, quizás bárbaros, pero que tuvieron una grandeza en su barbarie como la tuvieron otros extremeños que cien años antes habían andado, bárbara y gloriosamente, por América. Pensaba en los “andaluces” de la Medina, venidos de tantos sitios de España y entre cuyos descendientes de hoy, me honro con la amistad de los antiguos Ministros del Gobierno marroquí Bargach o Vargas, Balafrej o Palafresa; de la familia Muline o Molina; del general Lubaris u Olivares, o del eminente político Reda Guedira, probablemente descendiente de un Codera hispánico; todos ellos finos ejemplares de la aristocracia rabatí con sangre del Andalus.

Y cuando, en muchos atardeceres del abra del río Bu-Regreb, he paseado frente al Atlántico, en esa hora serena del “garb”, cuando se oye la oración del almuédano cayendo sobre los jardines hispanomagrebíes de los Udayas, me ha parecido que estaba en Granada, en la Alhambra.

Fuente: Sociedad Geográfica Española, Nº 18

Aug 15, 2011

IDENDITE MUSULMANE ET EXPLULSION DES MORISQUES D´ESPAGNE (1502-1609)


Par Ismet Hassaïne-Terki enseignant- chercheur Oran

Introduction:

Moi je dirai que c´est anormal qu´un fait historique aussi important que l´expulsion de presque 500.000 morisques d´Espagne vers le Maghreb au début du XVIIe siècle, essentiellement vers l´Algérie, ne soit pas commémoré cette année, comme il se doit, par l´organisation d´un colloque international, ou tout simplement par une série de conférences.

Je dirai même que cet évènement passe presque inaperçu dans nos manuels d´histoire quand on sait que nos voisins, Marocains et particulièrement les Tunisiens , ont fait de cette question, il y a plus de 3 décennies, leur cheval de bataille dans le domaine de la recherche .

Il est vrai aussi que cette question est passée sous silence en Espagne pendant très longtemps. C´était un sujet tabou durant l´époque de Franco (1939-75). Ce n´est que durant ces trois dernières décennies que le voile commence à se dissiper, et ce n´est qu´un début car il y a encore du chemin à faire dans le domaine de la recherche, aussi bien dans ce pays que dans les pays d´accueil.

Pour ce qui est de l´Espagne, ce problème suscite actuellement beaucoup d´intérêt

- Chez les universitaires, où plusieurs congrès et séminaires sont organisés régulièrement dans diverses universités du pays.

- Chez les hommes de Lettres , comme la publication des romans historiques dont les personnages principaux sont des morisques , comme par exemple le roman publié récemment et qui a obtenu un grand succès en Espagne « La mano de Fatima » de Ildefonso Falcones.

- Chez les réalisateurs de films, comme par exemple celui qui vient d´être réalisé par la Casa Arabe de Madrid, intitulé « Les expulsés de 1609. Une tragédie musulmane », qui raconte justement l´histoire d´une famille de morisques expulsée d´Aragon et qui s´installa en Tunisie. Il va être projeté incessamment à la TV2.

- Même chez les hommes politiques, il existe une certaine reconnaissance historique de cette tragédie humaine : comme par exemple le 26 novembre 2009, le Congrès des députés a reconnu institutionnellement pour la première fois dans l´Histoire cette « injustice » que l´Espagne a fait endurer aux morisques. Même la voix du grand spécialiste Tunisien du thème morisque, A.Temimi, s´est élevée pour que le roi d´Espagne reconnaisse officiellement cette injustice, comme il l´a fait pour les juifs persécutés par le Tribunal d´Inquisition.

Je reviendrai sur ce point, c´est à dire sur la production historiographique européenne principalement espagnole et française, ainsi que sur la production historiographique maghrébine relative aux morisques. Mais avant de l´aborder, j´essayerai de montrer d´abord qui sont ces morisques, quelle a été leur trajectoire historique et comment ils ont subi dans leur propre chair un déchirement identitaire musulman/chrétien, dans un pays de conception religieuse catholique dans sa nouvelle forme d´Etat, jusqu´à leur expulsion vers le Maghreb ou ailleurs.

1) Changement de statut mudéjar au statut morisque :

1.1 Capitulations de Grenade du 25 novembre 1491.

Après la reddition du roi déchu Abdellah et avant l´entrée triomphale des R.C. à Grenade au début de l´année 1492, des accords appelés Capitulations de Grenade furent signés le 25 novembre 1491 entre les deux parties qui stipulaient que les musulmans qui y restaient - estimés à plus de 300.000 - seront autorisés à conserver leur religion, leur langue, leurs coutumes et leurs biens. Précisément sur ce point là, l´article 3 est très clair, il stipule ceci :« Es asentado e acordado que a ningún moro o mora se hara fuerza a que se tome cristiano ni cristiana » (Il est établi et accordé que l´on ne forcera aucun musulman ni musulmane à devenir chrétien ou chrétienne). Cela veut dire tout simplement qu´ils seront libres d´exercer leur religion. A part quelques élites musulmanes, qui craignaient la cohabitation avec les chrétiens, se sont exilés au Maghreb, tout le reste de la population musulmane accepta d´y rester. Ils seront appelés Mudéjares comme les autres musulmans qui vivaient dans d´autres régions péninsulaires reconquises auparavant par les rois chrétiens.

Il y a lieu de signaler à ce sujet là que ceux du royaume de Castille sont au nombre de 20.000 à 25.000 personnes, ceux de la Couronne d´Aragon 80.000, regroupés essentiellement dans le royaume de Valence, et ceux de Navarre représentaient 3.000 à 3.500, dont la plupart d´entre eux se consacraient à l´agriculture, l´artisanat, le petit commerce et la pêche.

1.2 Premières intimidations suivies de protestations:

Dans un premier temps, ces accords ont été plus ou moins respectés sous l´égide de l´archevêque de Grenade Hernando Talavera, bien que parallèlement il existait une campagne de sensibilisation qui avait pour objet de les convertir au christianisme par voie pacifique, mais sans succès. Mais, les choses vont changer radicalement quelques temps après, en juillet 1499, concrètement avec l´arrivée à Grenade de l´archevêque de Tolède le Cardinal Francisco Ximénez de Cisneros. Une nouvelle situation commença à s´imposer progressivement vis à vis de ces « mudéjares » en appliquant des méthodes énergiques de christianisation et en augmentant arbitrairement la pression fiscale. Cette série d´intimidation fut accompagnée aussi par d´autres méthodes répressives qui avaient pour objet de faire disparaître leurs repères identitaires. Par exemple en 1500, un gros lot de livres conservées dans la bibliothèque de Grenade fut confisqué, dont une partie importante composée de textes religieux tels que le Coran et autres furent brûlés publiquement dans une place du centre de la ville appelée Bibirambla, et une autre partie composée d´ouvrages scientifiques qui furent transférés à l´Université d´Alcalá de Henares. Il paraît que ces faits se sont produits en l´absence et sans le consentement des R.C. Mais rien n´a été fait de leur part pour le retenir.

Evidemment, ces mesures de provocation furent rejetées catégoriquement par l´ensemble de la communauté musulmane qui se traduisirent par des mouvements de protestation qui embrasèrent las Alpujarras , et les montagnes de Ronda au courant des deux années 1500-1501.

Malheureusement ces révoltes populaires furent rapidement réprimées par les autorités locales au début de l´année 1501.

1.3 Le Décret Royal de conversion ou d´expulsion du 14 février 1502 :

Finalement, pour mettre un terme à cette situation, les R.C. décrétèrent l´édit du 14 février 1502, qui ordonnait à tous les musulmans de Grenade de choisir entre la conversion ou l´expulsion, à l´exception des garçons de moins de 14 ans et des filles de moins de 12 ans. Evidemment, ce Décret Royal supposa la violation de l´engagement pris par les R.C. par rapport au texte des Capitulations de novembre 1491 quant au respect de la religion, la langue et les coutumes des musulmans. Quelques uns parmi eux ont refusé catégoriquement cette conversion en choisissant de prendre volontairement le chemin de l´exil. D´autres, et c´est la majorité d´entre eux, se sont convertis au christianisme.

Même les mudéjares des autres régions de la couronne de Castille qui vivaient pacifiquement sous la domination chrétienne furent touchés par ce nouveau Décret royal. Par la suite, de 1516 à 1525, ce sont ceux de Navarre d´Aragon et de Valence qui furent touchés également par cette mesure. Théoriquement, à partir de cette date on peut dire il n´y avait plus de musulmans en Espagne. Ils sont passés du statut « mudéjar » au statut morisque ou «nouveaux chrétiens».

2. Echec de la politique d´assimilation :

2.1 Double vie des nouveaux chrétiens :

Mais nul n´ignorait que ces nouveaux convertis au christianisme continuaient de pratiquer secrètement leur religion respective, en essayant de montrer publiquement qu´ils étaient chrétiens. En effet la «thaquilla» permettait aux morisques de pratiquer secrètement leur religion, en essayant d´apparenter une intégration totale dans le monde chrétien. Ils pratiquaient le jeûne durant le mois de Ramadhan, célébraient les fêtes religieuses, apprenaient à leurs enfants l´arabe et la religion musulmane, s´abstenaient de manger la viande de porc, continuaient de circoncire leurs enfants, etc.

2.2 Durcissement des mesures répressives :

Sous le règne de Philipe, ces pratiques constituaient un sérieux obstacle à la politique d´intégration de la minorité morisque dans la société chrétienne. Finalement en 1556, le Conseil de Castille décréta d´autres mesures répressives. A partir de cette date, les nouveaux-chrétiens d´Espagne vont connaître un durcissement de la politique d´assimilation menée par Philippe II qui se traduit par une dure répression jamais vue auparavant. Des mesures ont été prises pour leur faire perdre leurs identités culturelles. Désormais, il leur est interdit de parler en arabe, de célébrer leurs fêtes traditionnelles, de porter le voile ou de porter leurs vêtements musulmans qui les distinguaient des autres, de se rendre aux bains publics , etc. Pour cela il donna des ordres stricts pour que le Tribunal d´Inquisition redouble d´intensité pour poursuivre et punir toute forme d´hérésie. La Cour d´Espagne l´utilisait également à des fins politiques pour mettre au pas la noblesse valencienne protectrice de ses vassaux morisques.

A partir de là, ils commençaient à se sentir complètement marginalisés, avec leur manière d´être et leur manière de vivre. Ils se considéraient comme une communauté ou un groupe social cloisonné du reste de la société espagnole.

Soupçonnés de complicités avec les corsaires maghrébins qui attaquaient fréquemment le littoral méridional espagnol.

2.3 Soulèvement des morisques (1568-1570):

C´est justement dans cette conjoncture défavorable qu´éclata un soulèvement morisque qui commença d´abord dans le quartier d´Albaicin de Grenade y s´étendit tout de suite après dans les montagnes d´Alpujarra et de Ronda pendant presque trois ans, de 1568 á 1570. Ce soulèvement fut dirigé par Aben Humeya, avec l´intention de reconstituer l´ancien royaume musulman de Grenade, en comptant sur l´aide militaire sollicitée au Sultan turc et qui n´arriva jamais - parce qu´au même moment la flotte ottomane était déjà mobilisée au front oriental de la Méditerranée, à Lépante, pour faire face à la Real Armada espagnole en 1571- Cette rébellion fut difficilement réprimée par le frère de Philippe II, don Juan d´Autriche. Une fois la révolte étouffée, 80.000 à 100.000 personnes furent déportées et dispersées dans des conditions difficiles et inhumaines, dans d´autres régions d´Espagne durant l´hiver 1570-71, principalement à Castille et la Mancha,

Malgré d´autres mesures plus répressives qui ont été prises par les autorités locales, ces morisques continuaient à pratiquer secrètement leurs propres religions et à conserver leurs propres cultures et leurs propres coutumes.

3. De la cohabitation difficile á l´expulsion :

3.1 Cohabitation difficile avec les vieux chrétiens :

Pour ce qui est de leurs relations avec des vieux-chrétiens, on peut dire que ceux-ci étaient collectivement hostiles à leur égard. Louis Cardaillac a montré dans son livre l´ambiguïté des relations entre ces deux communautés qui ne mettait jamais le morisque à l´abri d´une surprise désagréable : « Une confidence, une réflexion spontanée interrompent subitement cette familiarité et conduisent le morisque devant l´Inquisition. Comme par exemple ce fut le cas d´un artisan menuisier Jerónimo Carrión, qui travaillait à Burgos, et résidait à Valence, et qui, avant son départ ,un compagnon chrétien l´invita à manger une pâte farcie contenant la viande de porc, que le morisque refusa de manger. Ce refus lui a voulu d´être conduit au Tribunal d´Inquisition.

Il faut dire aussi que ces vieux chrétiens les considéraient comme des concurrents redoutables qui s´enrichissaient facilement par leurs activités artisanales et commerciales. Ces sentiments de crainte et d´envie contribuaient également à alimenter la haine populaire.

Des manifestations de haine s´expliquent aussi par la peur. La peur permanente à l´insurrection, la peur d´être enlevés par des corsaires Algériens, la peur de séquestrer des enfants chrétiens pour les élever dans les pays maghrébins.

L´aversion des chrétiens envers les morisques augmenta aussi en croyant qu´ils représentaient une race bâtarde, par le fait que les musulmans descendaient d´Ismaël, le fils de l´esclave d´Agar, tandis que les chrétiens descendaient directement d´Issac .Entre les uns et les autres apparaissait donc toute la différence qui existe entre la lignée noble et une autre servile. Les morisques ,très sensibles à cet argument, essayaient de réhabiliter Ismaël selon le Coran - à travers leur littérature aljamiada - .Cette vision raciste de l´histoire, justifiait que les musulmans, de même que les juifs soient inclus dans les statuts du nettoyage de sang, qui furent créés pour éviter toute contamination avec ces races.

Ainsi donc, cette aversion ainsi que les accusations sans fondements du reste de la société de l´époque, exprimaient tout l´abîme qui séparait les deux communautés. C`est pour cela que leur expulsion préconisée par quelques voix autorisées, trouvera un immense écho populaire. Cependant, pour F. Braudel cette expulsion s´explique par le fait que le morisque est resté inassimilable, pour avoir choisi de tourner le dos au monde occidental.

3.2 Expulsion de 1609-1614 et ses conséquences:

A plusieurs reprises, la couronne d´Espagne avait l´intention de décréter cette mesure, mais à chaque fois elle est différée à cause des pressions de la noblesse aragonaise et valencienne que bénéficiait encore du régime seigneurial de semi esclavage des morisques, mais aussi de bon nombre d´hommes d´Eglise qui défendaient l´idée de leur laisser encore plus de temps parce que, selon eux, une conversion totale exigerait un contact plus prolongé avec les croyances de la société chrétienne. Et même si au sein de l´opinion publique une grande partie était en faveur de leur expulsion, il y avait encore une petite frange de la population qui pensait qu´il faudrait mieux leur laisser le temps pour mieux mener à bien leur évangélisation.

Finalement et curieusement, après 117 années de difficile cohabitation, la décision d´expulsion des morisques fut communiquée le 22 septembre 1609 par le favori et le premier secrétaire d´Etat du roi Philippe III, le Duc de Lerma, lui-même marquis de Dénia, seigneur des morisques et porte parole de la noblesse valencienne, qui considérait ces morisques comme une cinquième colonne prête à faire alliance avec la Régence d´Alger et même avec les protestants.

3.2.1 Répartition géographique de cette communauté :

Ainsi donc, on estime qu´il y avait en Espagne, à la veille de cette expulsion, prés de 368.000 à 400.000 morisques. D´autres estimations avancent le chiffre de 500.000 sur un total de 8 millions d´habitants.

Si on se réfère à quelques historiens espagnols nous constatons que leur répartition géographique la communauté morisque est inégale ,c´est à dire :

- 135.000 dans la région de Valence. Ils représentaient prés de 33% de la population de cette région.

- 116.000 à Castille et Estrémadure. Ils représentaient prés de 20% de la population de ces 2 régions.

- 61.000 à Aragon.

- 32.000 en Andalousie.

- 16.000 à Murcie.

- 8.000 en Catalogne

Donc, c´est à partir du 22 septembre 1609, que ces morisques furent dirigés vers les différents ports du royaume d´Espagne, dans des conditions lamentables. Hommes , femmes et enfants se rendirent à pied de l´intérieur des terres vers ces ports. Les plus privilégiés, durent eux même payer à des prix forts leurs nourritures et les frais de transport.

- Il y a lieu de signaler que pour éviter ces désagréments, un nombre important de morisques du Nord d´Espagne, principalement ceux de Navarre et d´Aragon et même de Castille - estimés à 150.000 personnes - se dirigèrent vers la France où ils trouvèrent refuge dans le midi et même en Italie (en Toscane). Mais là aussi ils étaient mal accueillis. Peu d´entre eux y restèrent dans ce pays. Le plus gros lot de ces morisques, s´embarquèrent à Marseille dans des navires français frétés par leur propre compte à destination d´Alger (Les Tagarins ), de Tunis et de la Turquie , ou s´installèrent en Syrie et à Istanbul dans un quartier appelé « Galata ».

- Evidemment, pour transporter toute cette population vers la côte maghrébine, l´Espagne s´est vue obligée d´utiliser, durant toute la période comprise entre 1609 et 1614, une partie importante de sa flotte navale de la Real Armada et une partie des navires de transport privé.

- A la fin du mois de septembre et début d´octobre 1609, on commença d´abord par transporter les morisques de Valence au nombre de 135.000 morisques qui furent débarqués sur la côte oranaise et reçu par el Capitaine général d´Oran le comte d´Aguilar, pour les acheminer ensuite vers Tlemcen avec l´accord de son gouverneur. Par la suite beaucoup d´entre eux se sont dirigés vers Nédroma, Alger, dont quelques uns trouvèrent refuge à Mostaganem, Miliana, Cherchell et Blida.

- A peu prés à la même date, ceux d´Estremadura débarquèrent via le Portugal sur la côte marocaine. Ils s´installèrent dans des meilleures conditions, notamment à Rabat, Fès, Tanger, Tétouan et Salé. D´ailleurs c´est dans ce port là que se créa une des plus redoutable république corsaire de l´Atlantique.

- Ensuite au cours de l´année 1610 et les années suivantes, ce sont les morisques de d´Aragon, de Catalogne et de Castille qui furent transportés vers les côtes d´Alger et de Tunisie. Ils étaient très bien accueillis par les autorités politiques et la population tunisiennes. Ils se sont installés à Tunis et Testour

- Il y a lieu de signaler aussi qu´une partie d´entre eux partit dans des circonstances imprévues et inattendues en Amérique latine surtout au Mexique, République Dominicaine, Colombie, Equateur, Venezuela, Argentine, Pérou et Chili.

3.2.2 Conséquences de l´expulsion en Espagne.

Dernièrement, on a trop polémiqué sur les conséquences économiques et démographiques de cette expulsion en Espagne. Il y a ceux qui minimisent les dégâts subis par ce départ massif et ceux qui essayent d´analyser cette situation sur des bases scientifiques. Mais les uns comme les autres reconnaissent que les conséquences économiques étaient :

- Nulles pour les régions du Nord.

- Appréciables mais limitées à quelques provinces de Castille.

- Insignifiantes pour la Catalogne.

- Très sévères pour Aragon.

- Catastrophiques pour Valence.

D´une manière générale, on peut dire que ces deux dernières régions ont subi une crise tellement profonde et durable qui a eu des répercussions sur l´ensemble de l´économie espagnole

3.3.3 Conséquences de l´expulsion au Maghreb :

Par contre, du côté de l´autre rive de la Méditerranée, on peut dire que cette expulsion des morisques a apporté un souffle nouveau à l´économie des pays maghrébins, et cela grâce à leur grand savoir faire technique dans les domaines de l´agriculture ,de l´artisanat et du commerce. Du côté de la course musulmane en Méditerranée occidentale, particulièrement algérienne, nous pourrions dire qu´elle a connu son deuxième âge d´or tout le long du XVII siècle, et cela grâce aux renseignements fournis par les morisques sur le littoral de la péninsule ibérique .

4. Mise au point de la production historiographique relative aux morisques.

4.1 Production historiographique espagnole et française:

- XVI et XVII siècles :

Par exemple si nous nous référons aux XVIème et XVIIème siècles espagnols, nous remarquons que seulement trois chroniqueurs espagnols Hurtado Mendoza, L. Marmol Carvajal et G.Pérez de Hita se sont référés aux soulèvements des morisques de Grenade de 1568-1570. Sur l´expulsion des morisques (1609-1614), on peut relever quatre ouvrages panégyriques de

J. Bleda, Javier Marcos, D. Fonseca et J. Aznar, marqués par leur caractère apologique et qui considèrent la décision prise par le roi Philippe III, comme une mesure politique et religieuse juste. La littérature du siècle d´or de l´époque, aussi, était en faveur des mesures prises par les autorités espagnoles à leur égard, sauf Calderon de la Barca qui avait, pour eux, des sentiments humanitaires dans sa comédie Amar después de la muerte. Même M. de Cervantès dans la 2ème partie de Don Quichotte ébauche, à travers ses personnages, l´image d´une autre Espagne dans laquelle il serait possible à un vieux chrétien (Sancho Panza ) de dialoguer en paix avec son voisin morisque (Ricote).

Du XVIIIème à la 1ièremoitié du XIXème siècle :

Au XVIIIème siècle et à 1a moitié du XIXème siècle, le thème sur les morisques a connu une longue période de silence. A peine si Campomanes et Urquijo faisaient allusion à eux dans leurs écrits.

- 2ième moitié du XIXº siècle :

Durant la 2ème moitié du XIXe siècle, il « revient sur le tapis » mais sans susciter un grand enthousiasme. Pour les historiens conservateurs, comme J. Muñoz y Gaviria, Dánvila y Collado, Cánovas del Castillo, Menéndez y Pelayo, l´expulsion est justifiée du point de vue politique et religieux, parce qu´ils considéraient la religion catholique comme un élément constitutif de la nation espagnole. La question des morisques est posée par eux comme un affrontement racial, et cela depuis 711 à 1609. Par contre les historiens libéraux de la même période, comme F.Janer, P.Boronat, Albert de Cirou, Henry C. Lea et Vicente Boix, ont défendu systématiquement cette minorité, en attaquant la politique impériale de leur propre pays.

- Fin du XIXème et 1ière moitié du XXème siècle :

Encore une fois, le thème de cette minorité va tomber dans l´oubli fin du XIXème première moitié du XXème siècle, parce qu´on estimait que celui-ci a été suffisamment étudié et qu´on ne pouvait rien ajouter de nouveau.

Ce silence s´est poursuivi sous le gouvernement franquiste parce que pendant ces années là l´empire des Habsbourg était mythifié et considéré comme un âge d´or de l´histoire moderne d´Espagne. Donc, il n´était pas question de l´assombrir en évoquant cette minorité dissidente politiquement et religieusement. Par contre, à l´extérieur du pays, cette minorité marginalisée commença à susciter l´intérêt des historiens Espagnols de l´exil, comme Américo Castro y Sánchez Albornoz, qui entrèrent dans une grande polémique à partir des années 50.

- 1970- 2009 :

- Ecole des Annales de Paris:

Ce n´est qu´à partir des années 70 que le problème des morisques a été repris et réétudié par des historiens étrangers de l´Ecole des Annales sur des bases scientifiques, en le considérant comme un conflit de civilisations, comme ce fut le cas de F. Braudel et H. Lapeyere, Halperon, et de leurs disciples Luis Cardaillac (sur les morisques de Languedoc), Benassar, Halperin Dongui et d´autres…

- Ecoles régionales espagnoles :

Cette nouvelle démarche de recherche fut suivie par la création d´autres écoles régionales en Espagne dont les thèmes de recherche sont axés essentiellement sur des études monographiques régionales, comme par exemple, celles de Valence (de J. Reglà,) , d´Aragon, (de R.Robles, García Cárcel, Ciscar Pallares), de Castille ( de B. Vincent, A. Dominguez Ortiz, Martinez Ruiz, Jordi Nadal, G. Arenal). D´autres thématiques ont surgi durant ces dernières années, orientés vers la littérature aljamiada (Galmes de Fuentes), vers la médecine morisque, vers les particularités alimentaires des morisques, etc.

- Courant d´arabistes espagnols :

Il faudrait ajouter un autre courant d´arabistes dont M.de Epalza fut le promoteur et dont l´essentiel de ses publications tourne autour de la thématique morisque, comme par exemple son grand ouvrage intitulé « Los moriscos antes y después de la expulsión ».

4.2 Production historiographique maghrébine:

Il y a lieu de souligner que historiens et universitaires Tunisiens et Marocains se sont penchés sérieusement sur cette question il y a plus de 3 décennies, en apportant beaucoup d´éléments nouveaux sur cette catégorie sociale, quant à leur insertion dans leurs pays respectifs au début du XVIIème siècle. Par exemple en Tunisie, la Fondation Temimi consacre une partie importante de ses activités de recherche et organise fréquemment des rencontres et des symposiums internationaux sur la thématique morisque.

Malheureusement, ce n´est pas le cas en Algérie. Evidemment, on se demande pourquoi ce désintéressement de la part de nos historiens ou de nos universitaires. D´ailleurs, souvent dans leurs écrits, ils confondent les premiers exilés musulmans avec les morisques en mettant tout dans le « même moule », en les appelant tous des Andalous.

Conclusion: Perspectives de recherche.

Donc, il est temps de se mettre au travail pour dissiper les coins sombres de cette partie de notre histoire, parce que jusqu´à l´heure actuelle un silence morbide règne tout autour de cette catégorie sociale quant à son insertion, son intégration, son évolution ainsi que sa contribution économique dans le développement du pays au XVIIème siècle. C´est vrai que les sources manuscrites locales, arabes ou turques sont très rares voire inexistantes en Algérie, mais cela ne nous empêche pas de suivre quelques pistes de recherche comme l´ont si bien fait les historiens Tunisiens et Marocains, en partant de quelques traces ou des signes actuels, pour remonter ensuite jusqu´au début du XVIIème siècle. Je pense que les registres du beylik et de beït el mel de l´époque turque ainsi que les rapports des gouverneurs espagnols d´Oran ou les procès verbaux des Tribunaux d´Inquisition des principales villes portuaires de la rive méridionale de la péninsule ibérique du XVIIe siècle qui sont conservés dans leurs archives provinciaux ou dans l´Archivo General de Simancas , pourraient éventuellement nous apporter de nouveaux éclaircissements sur leur insertion dans la société algérienne de l´époque.


Bibliographie:

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BRAUDEL, Fernand, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l´époque de Philippe II, Paris, 1966.

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CARDAILLAC, Luis, Morisques et chrétiens, un affrontement polémique (1492-1640), Paris, 1977

CARO BAROJA, Julio, Los moriscos del Reino de Granada. Ensayo de historia social, Madrid, 1957.

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GARCÍA ARENAL, Mercedes, Inquisición y moriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid, 1978.

JANER, Florencio, Condición social de los moriscos de España: causas de su expulsión y consecuencias que ésta produjo en el orden económico y político, Madrid, 1857.

HIMDA, Hasna, Bibliographie commentée des morisques (1991-1994), Montpellier, Université Paul Valéry, 1994 (Mémoire de maîtrise d´Espagnol).

HURTADO de MENDOZA, Diego, Guerra de Granada hecha por el rey de España don Felipe II contra los moriscos de aquel reinado, sus rebeldes, Madrid, 1852.

LAPEYERE, Henri, Géographie de l´Espagne morisque, Paris, 1959.

MARMOL CARVAJAL, Luís, Historia de la rebelión de los moriscos del reino de Granada y castigo de los moriscos del Reino de Granada, Madrid, 1852.

MUÑOZ Y GAVIRIA, José, Historia del alzamiento de los moriscos, su expulsión de España y sus consecuencias en todas las provincias del Reino, Madrid, 1861.

PÉREZ de HITA,Ginés, Guerras civiles de Granada , Cuenca, 1619.

Source: Mémoire de la méditerranée 

Aug 12, 2011

Huellas de los moriscos expulsados a Tunicia


En este año 2010 se cumplen los cuatrocientos años de aquella expulsión, la de los moriscos fragatinos, hecho ocurrido tras la publicación del bando o decreto leído en la plaza de San Pedro y otras esquinas, el 21 del mes mayo de 1610.

Aquella expulsión de los mudéjares-moriscos de Fraga estaba enmarcada en la amplia traslación de todos los moriscos de Valencia, de Aragón y de Cataluña. Decisión política dictaminada por el valido Duque de Lerma y aprobada por el rey Felipe III. Todo ello después de haber llevado a cabo con éxito la expulsión de los moriscos de Castilla. Aunque las cifras de los expulsados a nivel general no siempre son coincidentes, se habla de una expulsión cercana a las 300.000 personas. Ya avanzamos que no será propósito de estas líneas analizar las causas de aquella expulsión, que también afectó a los fragatinos.

Moriscos fragatinos
Moriscos eran llamados en España los mudéjares (musulmanes bajo régimen cristiano) que se habían convertido al cristianismo desde el año 1526. La conversión fue por decreto real de Felipe II. La expulsión de los moriscos de Fraga, ocurrida en 1610, y en general la expulsión de otros lugares aragoneses, supuso la pervivencia –al menos hasta bien avanzado el siglo XVIII- de las tradiciones que habían conocido en su respectivas localidades. De inmediato nos surge la inquietud de buscar huellas que dejaron los viajeros en sus crónicas, en la prensa del siglo XVIII, en documentos de archivos o en la bibliografía especializada. Eso es lo que estamos haciendo: localizar las huellas que los moriscos fragatinos pudieron dejar en sus nuevos lugares de destino.

Para los moriscos de Aragón y Cataluña -la última expulsión en ejecutarse- fue comisionado el noble Gastón de Montcada, marqués de Aytona, para que organizara la salida, designara a los guardianes conductores y responsables de atender sus necesidades; todo ello en medio de un tremendo secretismo. Numerosa tropa militar debía vigilar el tránsito o el embarque marítimo. El proyecto previsto por el citado marqués de Aytona consistía en la salida de 9 familias de Alcolea, 38 de Albalate de Cinca y 49 de Fraga, que deberían tomar la vía de Candasnos y de allí trasladarse a Caspe y Maella, para descender hasta los Alfaques en Tortosa. El embarque de Los Alfaques salía en dirección a África, los capitanes de los barcos recibiendo órdenes de los lugares de destino en el momento de la salida. Aunque algunos aragoneses debían embarcar en las costas francesas después de atravesar los Pirineos por Navarra, Somport o Canfranc, la mayoría de estos fueron devueltos a los Alfaques.

La previsión sobre la expulsión de los moriscos de Mequinenza, cuyo número fue calculado en unas 260 personas, era la de salir acompañando a los de Cataluña, por su vinculación al señorío del marqués de Aytona; por lo tanto, junto a los Serós y los de Aitona. Sin embargo, el embarque efectivo varió ligeramente sobre lo proyectado inicialmente. En la decisión final, los de Fraga salieron junto con los de Lérida, Serós, Soses, Aitona y Mequinenza. Este embarque, que se llamó de “catalanes”, superaba las 2.000 personas, contando con las de Fraga. El historiador francés Henri Lapeyre fue el primero en dar noticias en 1959 del número de expulsados, estudio que está siendo revisado en la actualidad porque adolece de algunos vacíos, como no tener presentes a los moriscos que se quedaron, o el de contar dos veces aquellos moriscos que regresaban a escondidas y, por lo tanto, volvían a ser expulsados. Según el embarque de los de Fraga a cargo del señor Sedeño, se hallaron presentes 305 de Fraga, correspondientes a 46 familias o casas -no a las 49 iniciales- divididos así: 104 eran hombres, 103 mujeres, 36 muchachos, 29 muchachas y 33 niños de teta. Todos ellos tuvieron que pagarse el pasaje a África sin conocer su destino. En el momento de pagar les descontaron los 33 bebés.

Expulsión a Túnez

Una gran parte de los moriscos aragoneses y catalanes fueron a parar a Túnez, cerca de 50.000. Allí parece que llegaron los denominados “catalanes” del primer embarque aragonés. Otros moriscos españoles, especialmente andaluces, fueron a parar, con anterioridad a la expulsión aragonesa, a Marruecos y Argelia. De ahí que en África identificaron a todos los moriscos expulsados de España como “andaluces”, porque venían de la histórica Al-Andalus.

A los primeros llegados a Túnez –caso de los Fraga- se les asignó arrabales en la capital, pero el gran número de los que iban llegando obligó a las autoridades tunecinas a desviarlos a zonas concretas donde deberían establecerse como pueblos de nueva colonización. Debemos resaltar la importancia de la pervivencia de los papeles generados por la cancillería del consulado tunecino desde 1605 a 1705. Estos papeles fueron publicados en diez volúmenes por P. Grandchamp; en ellos pueden reseguirse numerosas noticias sobre aquellos deportados, que también llamarán “aragoneses” y “tagarinos”, o de frontera norte. Noticias de interés son las que generaron los viajeros, los pintores y fotógrafos, los cronistas como Payssonnel o el padre Francisco Ximénez -éste escribió un periódico entre 1720 y 1722- donde recogió importantes noticias sobre los descendientes de los moriscos de Túnez. Todas estas fuentes coinciden en resaltar la fuerte personalidad de los descendientes de moriscos. Todos poseían una impronta española que no querían abandonar. Esto facilita las recogida de las huellas que buscamos sobre los de Fraga, que corrieron la misma suerte que sus vecinos del Segre o los de Mequinenza.

Lugares de distribución
La distribución de los moriscos establecidos en Túnez fue la siguiente:
a) Los más adinerados compraron el Hanachir donde construyeron de inmediato viviendas propias.
b) Otros, como los “catalanes”, ocuparon el Valle de Medjerda: Testour, Slouguia, Medjez-el Bab, Grich-el-Oued, Teburna y Djedeida, Kalaat al-Andalus, Ausdja, Porto Farina.
c) Un tercer grupo ocuparon las inmediaciones del Cabo Bon: Soliman, Grombalia, Tourki, Belli, Njanou, y algo más al sur Zaghouan.
d) Un cuarto contingente humano se distribuyó por el Sahel de Bizerta: Kalaat el-Anhless, Aousja, Ghar-el-Melh, Metline, Raf-Raf, El-Alia, Ras Djebel, Menzel-Djemil, Matear y la propia Bizerta.
e) Los que pudieron se establecieron en barrios cercanos a Túnez capital: por ejemplo, en la zona sur, en el llamado barrio de los andaluces, o en los de Manouba, l’Ariadna, Hammam-lif, y otros al norte de la ciudad, como en Qallaline, en la zona entre Bab Souika y Bab Carthajana.
En estas más de veinte localidades o lugares dejaron importantes huellas que todavía hoy pueden enumerarse. Por ejemplo, en Bizerta halló el citado Ximénez 4.000 descendientes de moriscos, que Porto Farina fue el lugar de destino de la mayoría de los deportados, y por lo tanto, debemos suponer que también los de Fraga. El Al-Alia, que fue construida en 1613, en la carretera a Bizerta, tenía unas 250 casas de descendientes. Las de Metlin, y la de Zagoun fueron construidas en 1611, o sea, un año después de su llegada; Tebourba, también construida en 1611, tenía en 1724 unos 800 habitantes todos hablando español, los mismo que la localidad de Grombalia, Teboursuc, bastante arruinado en el XVIII por abandono del lugar; los de Grech El Oued eran todos “catalanes”, si bien esta localidad se hallaba en franco deterioro y disminuida de gente, por desplazamiento a Testour. En Seluquia tenían a gala ser descendientes de moriscos aragoneses. Destacando sobre todas ellas aparece el urbanismo de Testour, junto al río Medjerda, localidad construida con las piedras tomadas de restos romanos; en esta ciudad, a 75 km de Túnez capital, se establecieron también aragoneses y “catalanes”, llegando a habitarla en 1631 unas 1.500 familias, solamente con los llegados y con la primera generación nacida en África.

Estilo propio

Una vez establecidos se organizaron al estilo español, o sea, creando un concejo, presencia de prohombres, alguacil, escribanos y justicia. Acordaron seguir pagando el diezmo de los frutos por obtener, pero sufragarlos al Concejo. Excepto en alguna localidad morisca en la que construyeron fuentes, en el resto la mayoría de las mujeres iban a buscar agua al río con cántaros. Pasadas cuatro generaciones, o sea, los re-biznietos de los expulsados guardaban celosamente la personalidad de sus bisabuelos.

Los investigadores actuales sobre estos temas apuntan que los moriscos aragoneses y catalanes estaban distribuidos en lugares concretos, agrupándose por razones de procedencia. Aquellas construcciones moriscas son fácilmente reconocibles por la estructura de las viviendas, con tejados inclinado rematados de tejas, o ventanas dando a la calle, con patio interior en las casas, adorno con flores y uso de materiales básicos como la piedra y el adobe. Eran en su mayor parte agricultores y llevaron a Túnez métodos de riego, abrieron caminos, edificaron mezquitas con estilo propio, desarrollaron una nueva alfarería, inauguraron industrias de teñido de telas, fabricación de mantas, tejidos de linos y sedas, comercialización de gorros rojos, plantaciones de olivos, vid y frutales perfectamente alineados. En sus labores del campo usaban carros, igual que los campesinos aragoneses.

Respecto al vestuario de las mujeres resultaba ser el mismo que trajeron de Aragón y que perdura en nuestras fiestas: una pieza de tela de lana sobre los hombros, cuatro faldillas de un mismo ancho, que todo componía el traje, junto a las bajeras, calzón, camisa, chaqueta y gorro. Las más conservadoras “salían con la cabeza tapada y pantalones que llegaban a los pies, y una especie de faldillas que descendían en pequeños pliegues hasta los pies”, tal como se conservaba en el siglo XVIII en la ciudad de Testour.
Isabel Pezzi en su dossier Yama’a islámica de al-Andalus nos presenta la siguiente descripción del vestido de las mujeres, que, por otro lado, sigue recordándonos nuestros vestidos tradicionales: “Las mujeres moriscas llevaban faldas de mucho colorido, especialmente en las fiestas, semejantes a las que después se denominaron de ‘tela de casulla’, en finos tejidos de seda, con bordados de rica decoración, sobre todo de temas florales”.

Los hombres portaban una gran albarda sobre el hombro izquierdo que les llegaba a las piernas, y lo hacían subir por el lado derecho, pudiendo taparse la cabeza con él. O bien un pañuelo en la cabeza, con capa sobre las espaldas y abierta por delante cogida por una cinta, y una especie de faja de donde colgaban la “escarcelle” o bolsa del dinero, y pantalones anchos hasta la rodilla, idéntico a los burgueses españoles. Especialmente en los días de fiesta, los hombres se ponían sus mejoras galas tradicionales. En esos días todos se esmeraban en preparar repostería traída de Aragón: mazapán, panadones, rosquillas y el tradicional kisâlech (rellenos de escalopa con huevos revueltos y queso).

Otra fuente de las citadas nos dice sobre los hombres: que el pelo lo tenían cortado en redondo, o “garceta”, de acuerdo con la costumbre, solían vestir con calzón ancho o zaragüel (sarawîl), única prenda que llevaban, junto con la camisa, un chaleco (negro o aceitunado para el trabajo; y rojo, naranja o de otro color chillón para las fiestas) y una faja amplia a la cintura (gris para los días de trabajo, y rojo o blanco para los días de fiesta). Calzaban alpargatas sobre las piernas desnudas, sin medias. La cabeza con un turbante, o un simple pañuelo, anudado sobre la sien. En invierno se cubrían con un capote de lana o capa corta, nunca hasta los pies.

Tradiciones que mantuvieron largo tiempo

Las tradiciones más vivas de los moriscos renacían en las fiestas de bautismos, bodas y entierros. Por ejemplo, las bodas duraban tres días, como se hacía en España antes de la expulsión. Durante los tres días se bailaba y cantaba, o se escuchaban instrumentos musicales. La fiesta del primer día se realizaba en casa del futuro marido. Para el último día, se trasladaban todos al son de música y velas encendidas a la casa de la novia, lugar donde se centraba la fiesta. Era costumbre recoger dinero y entregarlo al novio para los cuantiosos gastos de los tres días de fiesta, o para que empezara su matrimonio más desahogados. Los hombres casados se reunían en un café para fumar y tocar instrumentos. Las mujeres moriscas en Túnez se adornaban siempre con bellas telas y pendientes colgantes de oro en las orejas, pulseras, gargantillas y anillos, joyas que habían conseguido transportar en 1610 dentro de rosquillas y panadones. Una de las costumbres que no perdieron las mujeres moriscas fue la de sentarse en la calle sobre esteras de esparto a tomar el fresco de la tarde, donde aprovechaban para cotillear con las vecinas.

La lengua usada y los libros leídos eran básicamente en lengua castellana (debemos entender también el aragonés y catalán) y para mostrar su resistencia a perder su lengua, escribieron y divulgaron textos en aljamía, es decir, en caracteres árabes, pero con fonética castellana. Sin embargo, los matrimonios que iban celebrando jóvenes descendientes moriscas con musulmanes nativos más adinerados hicieron perder progresivamente la lengua castellana, sobre todo desde finales del siglo XVIII. (De este tema trata el libro de M. de Epalza y A Salama Gafsi, El español hablado en Túnez por lo moriscos y sus descendientes, ss. XVII-XX). Sirva de ejemplo el testimonio que dejó el cónsul de Su Majestad Británica en el año 1868 cuando afirmaba que al menos en doce villas por él visitadas hablaban español y catalán.

Para finalizar, y con el objeto de hacerse una idea visual de cuanto llevamos dicho y de otros detalles sobre los moriscos fragatinos y las huellas que llevaron tras ellos a Túnez, sugerimos no se pierdan el documental: “Expulsados: la tragedia de los moriscos”, con la magistral interpretación de los actores Fernando Guillén y Pablo Derqui.

Fuente:  lavozdelbajocinca.com

Aug 10, 2011

The Moriscos of Spain; their conversion and expulsion


Author: Lea, Henry Charles, 1825-1909
Subject: Moriscos; Inquisition
Publisher: Philadelphia, Lea Brothers & Co.
Language: English
Call number: DP104 .L43
Digitizing sponsor: MSN
Book contributor: Cornell University Library
Contributor usage rights: See terms
Collection: cornell; americana
PDF: (12.4 M)

Aug 1, 2011

401 años sin moriscos



M.J. ESTEBAN / Gea de Albarracín
La idea de hacer una recreación ambientada en el siglo XVII, surgió el año pasado para conmemorar el 400 aniversario de la expulsión de los moriscos de Gea que diezmó la entonces próspera villa. Hay en la localidad personas que colaboran con la Fundación Bodas de Isabel, y con la organización de la asociación cultural El Solanar, y el soporte y dirección artística de la propia Fundación, nació “Juan Palomero, el último morisco de Gea”, con guión de Santiago Gascón.

Las 120 personas que el año pasado vistieron a la usanza de la época -ellas larga falda, camisa y un corpiño o fajín; ellos pantalón holgado, camisa y chaleco o faja negra-, bien con los trajes improvisados las semanas previas, bien con los prestados por la Fundación y un taller de Villarquemado, se han multiplicado. Los escasos puestos que se colocaron el la principal calle del municipio también, la mayoría instalados por los propios vecinos o artesanos de la zona, además de uno de Cáritas con su mensaje solidario.

La fiesta fue acogida con entusiasmo y dejó muy buen sabor de boca. “Fue un éxito total, todo el mundo nos decía que el año que viene tenéis que repetir, era solo para el 400 aniversario, pero la gente decía que era una preciosidad y se tenía que volver a hacer”, explica Josefina Pérez Mezquita, de El Solanar. Así se decidió, y a imagen de Las Bodas de Isabel de Segura, las mujeres del pueblo se lanzaron a elaborar trajes para los suyos, con la misma filosofía de respetar la vestimenta de la época, nada de conjuntos de fantasía o que parezcan disfraces.

Rodeados de música y actividades de animación callejera, los principales actos de la recreación se desarrollaron en la tarde y noche de ayer, tras el anuncio de la expulsión el viernes por parte del inquisidor. Esta mañana, quien quiera acercarse a Gea, además de la atractiva ambientación que impregna las calles de la localidad, podrá escuchar a “Les Morenillas” desde las once, pasado el mediodía hay programada una misa gregoriana con el coro parroquial en la iglesia de San Bernardo, y al término de la misma, el acto culminante: la expulsión de los moriscos y su salida de la villa por la calle Mayor, camino del destierro hacia Vinaroz, con el lamento final por el pueblo que se marcha. El año que viene otra vez, pera conmemorar el 402 aniversario.

Fuente: Diario de Teruel

Vida religiosa de los Moriscos


Author: Longás Bartibás, Pedro
Subject: Islam -- History; Islamic religious practice
Publisher: Madrid E. Maestre
Possible copyright status: NOT_IN_COPYRIGHT
Language: Spanish
Call number: ABS-7035
Digitizing sponsor: MSN
Book contributor: Robarts - University of Toronto
Collection: robarts; toronto
PDF: (22.4 M)

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